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La clave del terrorismo yihadista

El atentado de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos supuso la muerte de casi 3.000 personas. También supuso el fin de la falsa sensación de seguridad en el nuevo orden mundial surgido tras la caída del muro de Berlín y de la quiebra de la Unión Soviética.

Además del golpe a la moral del mundo occidental, hizo resurgir una forma de atentado que implica el suicidio de los terroristas y tomar a la población civil como objetivo, forma que no se utilizaba de forma generalizada desde la II Guerra Mundial.

Este tipo de atentado, que se ha convertido en la firma habitual de lo que hoy se conoce como terrorismo yihadista, hace muy vulnerable a la sociedad occidental, ya que un terrorista que esté dispuesto a morir es muy difícil de detener.

Sin embargo, si hacemos una revisión somera, un atentado tan brutal como el del 11-S no se ha vuelto a repetir hasta ahora, aunque el número de atentados ha presentado una tendencia creciente, especialmente en la Europa Occidental, con numerosos casos más o menos recientes: 11-III de 2004 en Madrid, 7-VII de 2005 en Londres, 13-XI de 2015 en París, 14-VII de 2016 en Niza o los atentados del 18 al 24 de julio de Alemania.

Estos ataques tienen una repercusión mucho mayor que la que muestra un excesivamente simplista cálculo de bajas por una u otra parte. En EE UU vivían en 2001 unos 285 millones de personas y en el caso hipotético que los terroristas pudieran realizar un atentado diario de proporciones similares tardarían unos 260 años en aniquilar a toda la población americana. Si hacemos el cómputo aproximado del atentado de Niza y redondeando las cifras, tardarían más de 1.800 años en aniquilar a los franceses.

Sin embargo, como la guerra de Vietnam ya puso de manifiesto, la pérdida de vidas occidentales supone un daño psicológico mucho mayor que las de sus hasta ahora oponentes. En Vietnam murieron cerca de 58.000 americanos por un millón de vietcongs y norvietnamitas. Esto es una proporción de 1 americano por cada 17 de sus oponentes, y sin embargo la guerra la perdieron los americanos, que no pudieron evitar que Vietnam del Norte se apoderase finalmente de Vietnam del Sur.

De lo anterior se deduce que en la guerra que realizan los terroristas no importan tanto las bajas como causar el terror e intentar de esa forma conseguir que el mundo occidental cambie, atacándole donde más sensible es, en sus libertades, y aunque puedan plantearse controversias sobre el sistema de libertades del mundo occidental, es evidente que es muchísimo mayor que el sistema de libertades del Daesh, por poner un ejemplo de sistema donde hasta el fútbol está prohibido.

Si para contener a este tipo de terrorismo el mundo occidental tiene que renunciar a su sistema de libertades, habrá perdido la guerra y ya no será lo que ha sido desde la II Guerra Mundial. Por otra parte, si pacta y cede como hizo EE UU en Vietnam también la perderá, al acabar siendo víctima del permanente chantaje terrorista. La estrategia actual que pasa por llevar la guerra a su territorio parece que a corto plazo al menos incrementa aún más la presión terrorista y a largo plazo los ejemplos de Irak o Afganistán no parecen prometedores.

La clave por tanto reside en entender lo que pretenden los terroristas y por qué. Parece claro que quieren acabar con el sistema de libertades y la razón de esto es sencilla: porque nuestras libertades, al globalizarse la información, socavan un sistema anclado en una forma extrema de interpretación medieval de una fe musulmana mal entendida, que supone el sometimiento de la mujer al hombre, la fusión de religión y Estado, la ausencia de democracia, la falta de libertades individuales, etcétera. Las "cruzadas" de Occidente acabaron en 1291. Pues bien, setecientos años después algunos extremistas en busca del Mahdi están promoviendo actualmente una "lunada". No podemos esperar 7 siglos para que los musulmanes radicales realicen por sí mismos un aggiornamento. Debemos actuar antes, aunque sólo sea en defensa de nuestro sistema de valores y creencias.

¿Cómo luchar entonces contra esta forma de terrorismo? Parece obvio que atacándolo donde más le duele, precisamente exportando nuestro sistema de libertades; pero no a la manera americana de intervención armada e implantación de simulacros de democracia. En los países con influencia islámica -por ejemplo Turquía como se ha podido observar hace unos días- la ausencia de una cultura que comprenda que el sistema de libertades y tolerancia es el menos malo de todos hace que la auténtica democracia no germine adecuadamente, hace falta un medio protector y se llama educación.

¿Cómo exportar la educación a estos países? No parece fácil, pero es una labor que no cabe dejar al tiempo, hay que actuar ya. Los medios de difusión de las nuevas tecnologías facilitan el acceso a la información, que es la base del conocimiento y en último término de la cultura y sabiduría necesarias para entenderse entre seres humanos, que sólo nos diferenciamos en la cultura del medio ambiente en el que crecemos. Si lo hacemos entre bombas y atentados nos convertimos en fanáticos que desean venganza; si nos formamos en el acervo de conocimientos, podremos ser o no pacíficos -el reciente atentado de Múnich muestra que la violencia corre por las venas del "Homo sapiens" desde tiempos de Caín-, pero estaremos mucho más cerca de entendernos.

La otra parte de la obligada educación es para nuestras propias poblaciones: no existe la seguridad absoluta, ni hay fórmulas sencillas de erradicar la terrorismo con más guerra. Los planteamientos extremistas son un craso error. La venganza sólo trae más violencia. El ser humano puede seguir su escalada de represalias hasta mucho más allá de lo que parece razonable incluso para los occidentales, como han demostrado las guerras del siglo XX. Como acertadamente dijo Einstein "No sé cómo será la III Guerra Mundial, sólo sé que la cuarta será con piedras y lanzas".

Este enfoque promotor de la educación como salida a la crisis actual de terrorismo promovido como yihad obliga a admitir que la solución no está próxima. Pero al menos tenemos la oportunidad de hacer algo, antes de que las poblaciones occidentales asustadas cedan al chantaje o busquen soluciones aparentemente atractivas como las que sugieren algunos políticos extremistas. Así como en nuestra época nadie entendería que un Papa llamase a una nueva cruzada, hay que promover la educación para que no se siga llamando a la yihad contra Occidente y algunos entiendan que la fe musulmana no debe intentar conquistarnos con la espada como hace siete siglos.

Postdata: Cualquier parecido con el enfrentamiento político en España y sus posibles soluciones más allá de repetir y repetir elecciones es pura coincidencia.

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