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Entre Capua y Japón

El conductor de un potente automóvil bajó el otro día la ventanilla al salir de un aparcamiento y escupió sobre el césped de Capua. La Historia de España cabe en esa instantánea. Puedes ver cómo se desgañitan los teleopinadores profesionales hablando de nuestra larga marcha electoral, pero siempre queda sin resolver el viejo conflicto, la conciencia de la repercusión de los actos individuales en la vida de todos. La imagen, muy reciente, deja en evidencia que, en una sociedad ostentosa, tener un coche grande impone más respeto que los vestigios de la buena educación, la pobre, que en España siempre está pendiente de un gran pacto. No lo habrá. Así de claro. No lo habrá. Lo que se pacte será insuficiente y precario. No hay banquillo. Invocó Pedro Sánchez la revolución del respeto que, en palabras de Fernando de los Ríos, quedaba por hacer aquí. No debió hacerlo, porque enseguida quedó clarísimo que no se dio un solo paso en los últimos meses en llevar a cabo revolución tan noble y ambiciosa; podría haber sido fácil siquiera empezarla mientras los distintos partidos políticos nos daban clases particulares sobre el significado inmutable de veto, línea roja y bluff. Hay relación entre gobernantes y gobernados, evidentemente, porque son del mismo país; son del país del conductor que escupe en el césped de Capua, que es de todos. Pero aun así, aun admitiendo que padeciéramos a una clase política que reproduce a escala una forma de ser más o menos colectiva, siempre podríamos argumentar que la política debiera quedar para los más sabios, los más nobles, los más deseosos de buscar el bien común- o sea, la limpieza del césped de Capua que es de todos. Lees en los papeles que España es el segundo país más ruidoso del mundo después de Japón- (¿Tendrán Sálvame en el país del Sol naciente?) No debiera ser noticia ese ranking del estruendo, ya lo fue varias veces. El ruido, como el salivazo sobre el césped de Capua, es una filosofía, una declaración de indiferencia a los otros. Una vez sabido en qué país vives, puedes practicar el arte de la resignación como mejor te parezca y ver cuánto- pero cuánto cuánto- se parecen unos a otros los distintos líderes políticos de este atribulado país, incluyendo a los que, voluntariosos, dicen no pertenecerle. Lo que sí te ahorras es el desgaste de la esperanza estéril. ¿No sería más fácil, y con puntito de humor además, que los grandes líderes nos miraran a la cara y dijeran sorry, somos unos tuercebotas, ustedes perdonen? Cuando una incompetencia es reiterada, se vuelve disuasoria. Ah, y el ruido de Japón es otro asunto. En Japón, es como si se supieran a Fenando de los Rios de memoria. Ay, Sánchez, qué citas me haces. País.

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