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Millas

El trasluz

Juan José Millás

Reiniciarse

Cuando Faemino y Cansado eran más jóvenes y se metían en un jardín verbal sin salida, uno de los dos decía:

-¡Qué va, qué va, qué va!

A lo que el público respondía a coro:

-¡Yo leo a Kierkegaard!

Era un modo ingenioso e irónico de resetearse que hoy no funcionaría porque la gente ya no sabe quién es Kierkegaard. Es lo que tiene prohibir la Filosofía, que tarde o temprano se resiente el humor. El efecto mariposa, dirán algunos, y no estaría mal visto. El caso es que llega un momento en el que nos duele el humor. Metafóricamente hablando, se entiende, pues el humor no forma parte del hígado ni de ningún otro órgano. Tampoco el zapato forma parte del pie y a veces se dice "me duele el zapato". He aquí una metáfora que podría dar el salto a la literalidad si la marca de deportivas Nike se empeña, y parece que sí, que se empeña. Acabo de leer que está a punto de sacar unas zapatillas que se ajustan como un guante al pie de cada uno gracias a unos sensores que, instalados en el tacón, generan en el cuerpo del calzado unos movimientos orgánicos dirigidos a convertirlo en pie del mismo modo que el agua, al envasarla, se convierte en botella.

-¡Qué va, qué va, qué va!

-¡Yo leo a Kierkegaard!

En serio, tengo el recorte del periódico con la noticia. Significa que la frontera entre el pie y la zapatilla se borrará de tal modo que cada uno adquirirá las cualidades del otro, por lo que la frase "me duele el zapato" perderá su calidad simbólica para caer en una expresión realista, incluso de realismo sucio si acabas de pisar una caca de perro.

Me duele el zapato.

Me duele el humor.

Me duele el PSOE.

Al final, todo se resume en el dolor de cabeza que nos produce la política y sus aledaños.

-¡Qué va, que va, qué va!

-¡Yo leo a Kierkegaard!

Pues eso, que a ver si nos reseteamos.

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