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Alberto Menéndez

A las carreras

No quería, pero sabía que no le iba a quedar otra opción que aceptar el encargo y presidir la comisión gestora del PSOE, como así ha sido. El líder de los socialistas asturianos, Javier Fernández, no quería asumir el puesto porque era y es consciente del marrón que supone ponerse al frente del partido en el momento más delicado de éste en la historia reciente de España, con unos resultados electorales nunca vistos y, lo que es peor, con una organización totalmente rota y una hostilidad insospechada entre los dos sectores enfrentados, algo que puede a ir a más en los próximos días dadas la decisiones inmediatas que debe tomar la nueva gestora.

Porque si algo no tiene la nueva dirección del PSOE es tiempo. Todo se ha precipitado en poco más de una semana, desde que Pedro Sánchez anunció su intención de celebrar primarias para elegir secretario general y el Congreso del partido. Y precisamente si algo no le gusta a Javier Fernández es actuar con precipitación, no poder reflexionar.

Le ejecutiva de Pedro Sánchez no tenía dudas sobre la gobernabilidad del país: antes elecciones que facilitar un gabinete presidido por Mariano Rajoy. La nueva comisión gestora no lo tiene tan claro, ni mucho menos. Cierto es que hay un mandato del comité federal para no apoyar tanto por activa como por pasiva (es decir, con la abstención) un gobierno del PP; pero la gestora puede decidir ahora reabrir de nuevo el debate interno. El objetivo, evitar unas terceras elecciones generales a las que el PSOE acudiría fracturado y con una nefasta imagen pública. Y en este momento, hasta sin un candidato a la Presidencia del Gobierno.

O el 31 de octubre hay un nuevo gobierno o en diciembre habrá nuevos comicios. Es decir, que Javier Fernández y su gestora tienen menos de un mes para intentar sacarse un as de la manga y evitar un presumible nuevo varapalo electoral. Y en caso de que los españoles deban acudir de nuevo a las urnas la dirección interina del PSOE estaría obligada a encontrar un cabeza de lista, que tendría que ser más o menos conocido, ya que en semanas no se fabrica un candidato a la presidencia del gobierno por parte de uno de los, hasta ahora, dos grandes partidos españoles.

Y todo este trabajo a matacaballo lo tendrá que compatibilizar Javier Fernández con la Presidencia del Gobierno del Principado, un ejecutivo en manifiesta minoría en el Parlamento autonómico. No es de extrañar que el líder de los socialistas asturianos hubiese intentado no ponerse al frente del PSOE.

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