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Sol y sombra

Sánchez frente a Corbyn

La respuesta a la pregunta de por qué Pedro Sánchez no pudo ser Jeremy Corbyn no hay que buscarla en el vegetarianismo del laborista británico. Probablemente sí en el perfil político más creíble de este último y en el hecho de que Corbyn no tenía a su izquierda en el Reino Unido la amenaza de Podemos y los cantos de sirena que llevaron al primero a creer que la forma de combatir la desubicación socialdemócrata poscrisis consiste simplemente en echarse en brazos del populismo. Por delante de Corbyn no pasó el tranvía de Downing Street y en cambio sí lo hizo el de la Moncloa, aunque en forma de espejismo, a cierta distancia de Sánchez. Pero hay algo que explica mucho mejor por qué el exlíder del PSOE no ha podido jugar el papel de Corbyn: se reduce a que la izquierda es para Sánchez simplemente una oportunidad, nunca una convicción. Corbyn es de izquierdas, Sánchez mira exclusivamente por su interés. "No es no" jamás será un adagio que identifique a alguien ideológicamente, por mucho que se convierta en mantra contra el adversario de la derecha.

Sánchez ha resultado ser un inconsistente con ínfulas y ambición desmedida, despreocupado por dañar a su partido para intentar salirse con la suya cuando la posibilidad de hacerlo era prácticamente inexistente. Corbyn, al menos, tiene ante sí la tarea de aunar posiciones, aunque alrededor vuelva a planear el viejo fantasma de una escisión como la que hundió al laborismo británico en 1981.

No hay por qué dramatizar. El PSOE ha jugado un papel decisivo en España y mañana puede hacerlo otro partido de izquierdas que llegará enarbolando la bandera del "no es no" para acabar concluyendo "sí es sí" en el momento de asumir la realpolitik. Siempre ha ocurrido de ese modo. Miren a Tsipras.

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