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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Ni tuya, ni mía, ni cabecina

Érase una vez un partido de fútbol que disputaban tres equipos contra uno. Resulta raro, pero ocurrió en Gijón hace algo más de un año. Todo hacía pensar que el conjunto que se situaba a la izquierda del círculo central ganaría el encuentro por goleada: eran más, disponían de más fondo de armario en su banquillo y contaban con el aliento mayoritario de la grada. El otro equipo, el que ocupa el medio campo de la derecha y que sólo disponía de ocho jugadores, no mostraba, sin embargo, nerviosismo alguno. Había ganado el anterior campeonato con los puntos prestados por un club cercano a su ideario futbolístico que como consecuencia de ese préstamo se hundió en la zona de descenso.

El árbitro, que había dispuesto ya la pelota en el centro del campo, comenzaba a impacientarse al ver que el equipo de la izquierda no acababa de saltar al terreno de juego. El vestuario estaba cerrado, pero las voces se oían desde fuera. No se ponían de acuerdo ni en la alineación ni en la táctica. Unos querían poner de capitán a un chaval joven de la cantera de la Casa del Pueblo, otros preferían que el brazalete lo llevara un veterano con cierto magisterio. Y como eran Dios y su madre en número no había forma de elegir un once.

Desde la grada, lo que empezó como un murmullo se convirtió de inmediato en abucheo. Hasta que el árbitro decidió suspender el partido y dar por ganador, por incomparecencia del contrario, al equipo de la derecha. La capitana-portera recogió el trofeo con su casillero a cero. No hubo ocasión de que hubiera, como muchos hinchas pretendían, un imparable tuya, mía, cabecina y gol. Los aficionados abandonaron el estadio cariacontecidos. Algunos incluso rompieron el carné de socios.

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