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andres montes

Adiós a la impostura

Aunque nunca lo reconocerá, el llamamiento de Pablo Iglesias a que Podemos se muestre tal como es, sin veladuras, constituye una severa autocrítica. El ahora autoproclamado opositor único derrochó energía en su intento de enmascarar la organización que lidera, una rotación de etiquetas que, en algún momento, pasó de ser un torpe juego con los calificativos ideológicos a convertirse en un baile de disfraces. Al Iglesias que quiso apropiarse de la socialdemocracia le resquema ahora la impostura y busca alivio en la pureza del partido, que no debe asustarse, insiste, ante la posibilidad de dar miedo a los votantes. En contra de su pretensión confesa, ahora, caída ya la máscara, es cuando menos miedo da.

Además de esa liberación del espacio de la socialdemocracia, Javier Fernández está en deuda con Pablo Iglesias por lo que su incitación a que los diputados socialistas rompan la disciplina de voto tiene de inesperado refuerzo a la precaria cohesión del PSOE.

La cara recién lavada de Podemos servirá, con el tiempo, para afilar el perfil de aquel a quien, en última instancia, tendrá que agradecer Rajoy su continuidad en el Gobierno. A medida que esa responsabilidad adquiera su auténtica dimensión, quizá Pablo Iglesias se refugie en la vieja fórmula revolucionaria del "cuanto peor, mejor".

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