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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Carreño en el espejo

El tenista gijonés Pablo Carreño se antoja arquetipo de esos deportistas de rostro aniñado que cuando se enfundan el uniforme transforman su candidez en indocilidad y fiereza. Sus facciones recuerdan a las de un futbolista que también parecía encogido y apocado, el noruego Solskjær, y que se beneficiaba de esa imagen timorata y retraída para al menor descuido hincarle el diente con saña a la yugular del área, hasta el punto que fue bautizado como "el asesino con cara de niño".

El chiquillo que hasta hace dos días daba raquetazos en las pistas del Grupo Covadonga se afianza hoy como el número 35 de la clasificación mundial de individuales y el 27 en dobles, tras el monumental triunfo de este fin de semana en Pekín, con Nadal de maestro de ceremonias y pareja de baile. Carreño es actualmente uno de los pocos jugadores del circuito que se encuentran por debajo del puesto 40.º en ambas clasificaciones, en una temporada en que se obró el salto de calidad que le condujo raudo a su primer título ATP en Winston Salem y alcanzar la final de dobles del US Open.

Dicen quienes bien le conocen que el tenista ha ganado en agresividad tras cambiar de entrenadores, y que atesora un futuro esplendoroso si mantiene la actual progresión. Carreño es un ejemplo para la enorme cantera tenista del Grupo, donde decenas de niños y niñas empuñan cada día la raqueta, en la sección más poderosa del club gijonés, buscando un espejo en que mirarse. Ya lo tienen: Pablo Carreño, uno como ellos, uno de los suyos, una fiera silenciosa pero insaciable disfrazada de niño.

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