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Cien líneas

Señal

Si sumamos las poblaciones de países como Nigeria, Mali, Mauritania, Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto, Sudán, Líbano, Siria, Turquía, Irak, Irán, Afganistán, Pakistán, Indonesia y tal y tal y tal, plenamente musulmanas o al menos en su mayoría, la cifra supera los mil millones de personas y resulta que en Gijón estaba agazapado, desde donde operaba de forma clandestina, un tipo que era pieza clave en la captación de terroristas suicidas para el Estado Islámico. Y ni siquiera vivía en la calle de los Moros.

Es completamente incomprensible. La Villa del Polígrafo como caladero de yihadistas tiene un potencial insignificante en relación con la suma de países antes indicados. Y si el sujeto en cuestión operaba por internet, como parece, podría hacerlo con plena impunidad y comodidad desde Kabul, por decir algo.

Incomprensible y al tiempo real porque la Policía española tiene mucha experiencia en la lucha contra el fundamentalismo violento.

La sorpresa y la certeza tienen que encajar. No estamos ante una rareza o una casualidad estadísticamente despreciable.

Quiero decir que hay más y que se trata de una estrategia de infiltración.

Hace de ésta mil trescientos años, desde Arabia llegaron al Estrecho, lo cruzaron y así hasta Covadonga porque los arrianos, herejes cristianos que enlazaban con los mahometanos, facilitaron la operación. Traidores. De lo contrario ni siquiera habrían saltado a África.

¿Quiénes militan ahora en la quinta columna? ¿A qué demonios responde ese feroz Estado Islámico?

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