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Cien líneas

Modernidad

Para hoy está previsto un concierto de Bob Dylan en California, en el Empire Polo Club, con las entradas a partir de 285,67 euros... apenas un día antes solo quedaban 26 localidades. Aedos y rapsodas: Homero nunca muere así que los Nobel bendicen un arte con casi tres mil años a sus espaldas y que, ay, ahora llaman modernidad.

Como cantante Bob Zimmerman -o sea, carpintero- apenas supera a Chus Lampreave y como poeta, qué quieren que le diga, cabalga la gran ola del nuevo orden mundial que, supongo, le exigirá una condena urgente y rotunda de Trump. Ya saben, do ut des.

De lo que no hay duda es que el cantautor o, mejor, autocantor vale mucho más que el galardón que le acaban de conceder y es que tal es la tónica de las grandes condecoraciones: los distinguidos superan a la distinción -tampoco es muy difícil: los Nobel son una birria- de manea que el que otorga es el gran beneficiado. Menudo negocio. Creo que ya lo anuncié alguna vez y estoy a punto de rematar la jugada: unos meta premios que primen a los homenajeados más destacados en otros certámenes. Me forro, me forro.

Si la respuesta está en el viento como pontificó Dylan y repitió, entre otros mil, nuestro ZP, ¿cuál es la pregunta más allá de las añagazas de la poesía? Apaga y vámonos, compañeru.

El nihilismo del pensamiento débil se impone imparable porque no hay fuerza más poderosa que la absoluta inanidad. ¡Loor a los grandes vencedores! ¡Exijo el Nobel de la Paz para Javier Fernández! Y es que, ya saben, cada día me cae mejor.

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