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Tino Pertierra

Sólo será un minuto

Tino Pertierra

Lo que no hay que ver

Saúl: "En asuntos de cine soy masoca a veces y me trago lo que nadie en su sano juicio se atrevería a ver. Esta noche he sufrido una de esas películas españolas que nunca se estrenarán pero que acaban colgadas en algún oscuro portal de internet. Ochenta minutos eternos. Los diez primeros muestran en travelling tembloroso a una señora caminando por una playa desierta con cara de susto. Diez, sí. Luego hay otros cinco de esa misma señora llorando con la cara pegada al espejo. Pasamos a otro largo tramo en el que la protagonista y su madre hablan en la cocina con voz tan baja que no se oye nada. A continuación, una chica que no sabe vocalizar se tira un rato largo recitando a Sófocles en un escenario. Es una estratagema del director para conseguir lo que realmente quiere, y es que la chica, muy guapa ella, se quite la túnica. Es el primero de los seis desnudos que sin venir a cuento asoman por la película. Faltan por llegar 8 minutos de un plano fijo en el que una mujer observa el papel pintado de la pared y va recorriendo con el dedo los dibujos hasta soltar, de pronto, una carcajada que seguramente dice mucho de su pasado. Llegados a este punto, y como la historia no avanza porque ni siquiera ha empezado, vemos durante once minutos cronometrados cómo una pareja se mete en un servicio público para tener sexo furioso con caras de mucho sufrimiento. De repente, ella saca un cuchillo y se lo clava en la espalda. Gran chorro de sangre (no muy logrado, poco presupuesto y tal) y nueva carcajada mientras volvemos a la chica de Sófocles, toda soflocada mientras llega a su casa, coge a un bebé e intenta darle el pecho, pero el niño la rechaza y ella, muy dolida, se hunde en el sofá y llora otros... yo qué sé... cinco minutos tranquilamente. Hay algunas escenas más de diálogos besuguiles (creo que la película va sobre el ansia de la maternidad y los espasmos de las renuncias, según el director) y pasamos a otra madre que sí da de mamar tranquilamente a su retoño. Seis o siete minutos después aparecen los salvadores títulos de crédito. No hay música. La música es alienante y desvirtúa la exposición de la vida tal cual es, asegura el director, que dedica su magna obra a Ingmar Bergman. Un crack".

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