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Padres de oído

Pongamos que me llamo Julia y que tengo 9 meses.

Aunque mantengo una relación más que aceptable con mis viejos, comprendo que sea muy difícil para ellos eso de ser padres.

Yo los veo muy verdes en el ejercicio de esa, llamémosla, profesión.

A mí no me extraña nada que estén verdes, porque, vamos a ver, ¿quién les enseñó a ser padres?

Dice todo el mundo que ésa es la profesión más importante que existe. Sin duda alguna: la más importante y la más difícil.

Y, sin embargo nadie te enseña a serlo. Te lanzan a ser madre o padre sin que apenas sepas nada del asunto. ¿No es alucinante?

Se trata del único oficio en el que no se exigen conocimientos previos. El único en el que todos, sin excepción, son puros aficionados. No hay ni un solo profesional. Todos, como algunos músicos, son padres y madres de oído. Y eso se nota, y a veces da la nota.

¿Os imagináis que alguien se pusiera a construir un puente sin tener ni pajolera idea de cómo se construye? Pues ser padres es tratar de levantar un puente sin saber cómo hacerlo.

Sí, mis padres son buenas personas, intentan ejercer de progenitores lo mejor posible y, aunque les falte profesionalidad, ponen mucha voluntad. Y además, y esto es muy, muy importante, me quieren con locura.

Reflexiono sobre lo que he dicho antes: mis padres se esfuerzan, tratan de ejercer su oficio lo mejor posible y me quieren mucho.

¿Qué profesional reuniría tan imprescindibles características? A lo mejor, ahí está el secreto para acertar a ser padres: no saber pero poner empeño en saber; no acertar pero intentar acertar; no entender pero aplicar la mayor voluntad en entender.

Ellos -lo compruebo día a día- llevan a cabo esta dificilísima tarea con dedicación, alegría, comprensión, sentido común y mucho afecto. Viéndolos tan esforzados, lo que más me apetece es echarles una mano, porque su tarea es también mi tarea.

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