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Laviana

Más allá del Negrón

Juan Carlos Laviana

En el infierno con Jabois

Un recorrido por los escenarios asturianos de "Nos vemos en esta vida o en la otra", el último libro del escritor gallego

Conozco a Jabois. Lo admiro y lo sigo. Conocía el gran éxito de su último libro, publicado por Planeta antes del verano. Aún y todo, confieso que no lo había leído, que el tema me daba pereza. Un buen amigo me puso en la pista. "¿El del 11-M?", pregunté como quien ya lo sabe todo. "Sí, es el del 11-M -me explicó-, y la mayor parte transcurre en Avilés".

Se me encendió la luz. La excusa se transformó en ansia. Lo leí y me fascinó. Me transmitió la misma sensación que cuando me acerqué por primera vez a "La lucha por la vida" de Baroja. Es como "La busca" -la primera entrega de la trilogía-, sólo que en vez de situarnos en el Madrid de principios del siglo XX, nos traslada al Avilés de los primeros años del XXI.

"Nos vemos en esta vida o en la otra". Así se titula lo que muchos, con un deje de desprecio, llaman un reportaje largo basado en la historia del único menor procesado por el 11-M. Nada más lejos. Es como si dijéramos que "A sangre fría", de Truman Capote, es un reportaje largo. Para nada.

Esta historia real de traición y violencia -su subtítulo- es un gran fresco de ese otro planeta en el que se mueve la delincuencia. De esas alcantarillas de la sociedad que sólo ven la luz cuando por ellas transita el detonante de una explosión brutal, tan brutal como la que supusieron los atentados de los trenes de cercanías en 2014.

Familias desestructuradas, barrios marginales, fracaso escolar, pocas esperanzas de salir del hoyo, hurtos, peleas, trapicheos de poca monta, robo de coches, tráfico de drogas o de dinamita si se tercia. Ésa es la cadena de la vida de estos seres que habitan los mundos en los que, en palabras de Jabois, "la normalidad, cuando no se es consciente de su distorsión, lleva al horror de forma natural."

"Nos vemos en esta vida o en la otra" es el mejor retrato que jamás se haya hecho del hampa asturiana o española en nuestros días. Uno se deja llevar por esa geografía del submundo que sabemos que existe, que vemos desde el coche o desde el tren, pero en el que jamás rascamos porque sabemos que lo que hay debajo no nos va a gustar.

Guiados por el joven escritor gallego, paseamos por ese triángulo maldito de Avilés que conforman la travesía de la Vidriera, la calle Llano Ponte y la avenida de Gijón. Recorremos el barrio del Arbolón, ese que recuerda el enorme olmo de 30 metros de altura que fue derribado por una fuerte tormenta. O alternamos en el bar Anticuario, en el Miniteide o en esa cafetería al lado de la Comisaría donde siempre hay algún colega madero que invita a algo. Vamos de compras al mismo Hipercor donde un inspector colocó a la mujer de uno de los detenidos, o al mismo Carrefour donde los marroquíes compraron aquellas mochilas enormes.

O nos movemos con los chicos de Trashorras -como se los conocía- por la "Y" para adelante y para atrás. Que si un día pasamos por el club Horóscopo en Gijón, donde confraternizaban confidentes, etarras, chulos y camellos. Que si otro día nos acercamos con esos moros raros a la mina Conchita, allá por Salas. O que al final hay que ir a la antigua y siniestra estación del Alsa de Oviedo, y coger el Supra cargados con unas bolsas de Adidas, cerradas, que pesan más de 20 kilos.

Manuel Jabois, como deja claro en el libro, debe esta historia al periodista asturiano Joaquín Manso, que le puso en contacto con Baby, el guaje. Y a todos aquellos periodistas que investigaron el atentado, como el también asturiano Luis Rendueles o Fernando Múgica, que no vivió para leer el estremecedor relato. Los 191 asesinados del 11-M se merecen, como poco, que nunca dejemos de estremecernos y de recordarlos.

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