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Laviana

Más allá del Negrón

Juan Carlos Laviana

La aventura de Jovellanos para volver

Una reflexión sobre las peripecias de los asturianos para quedarse, marcharse o regresar a su tierra

"La aventura no es marchar, sino volver a Asturias". Este lema lanzado la pasada semana en Oviedo por un grupo de científicos da que pensar. La emigración masiva siempre ha ido asociada a esta tierra. Son -igual debería decir somos muchos los abocados a buscarse la vida más allá del Pajares, o del Negrón.

Cualquier asturiano tiene en su entorno cercano a alguien que partió para Cuba en los 50, antes de que Fidel llegara al poder; o que engrosó la enorme colonia asturiana en Bruselas, a principios de los 60; o que formó parte de la avalancha de los que nos fuimos a estudiar fuera, entre los 70 y los 80; o que fue empujado a emigrar en los 90 con la reconversión; o a más de un joven que ha tenido que hacer las maletas por la gran crisis que vivimos. Y lo que nos queda.

El problema principal, más que volver, siempre será marcharse obligado, o no poder quedarse, porque en casa no hay futuro. Si uno decide libremente irse, perfecto, que se vaya. Que además decide quedarse allá donde se haya ido. Bueno, es su vida. Normalmente, uno sale para volver tras un tiempo de preparación o de enriquecimiento, no sólo económico. Y si no vuelve, será porque fuera se le ofrece bastante más que en casa.

Marcharse libremente no tiene nada de malo. Los asturianos somos muy de ver mundo, de hacer las américas o lo que se ponga por delante. No hay más que ver nuestras colonias en el extranjero. Y cuidado con aquellos que presumen de estar de vuelta, que ya sabemos por Machado --al que vamos a desgastar con tanta cita- que son los que no han ido a ninguna parte.

Los científicos achacaron esta singularidad asturiana del no retorno a "un modelo engorroso y caduco y a la falta de interés de empresas y sociedad". Me parece disparar, un poco a ciegas, sobre todo lo que se mueve. Si lo que se busca es un diagnóstico para una prescripción precisa del tratamiento, tendrán que profundizar mucho más. No tenemos que fijarnos como objetivo a los asturianos de la diáspora; la clave es ser una región tan atractiva como para atraer inmigrantes, hayan nacido donde hayan nacido. Y tampoco tenemos que demonizar a los que están fuera, que luego nos quejamos de que no tenemos a ningún ministro y de que no pintamos nada, ni en Madrid ni en el mundo.

Leyendo el otro día por qué se llama Bellver el espléndido suplemento cultural del Diario de Mallorca -dirigido por cierto por el asturiano Pedro Pablo Alonso-, me encontré de nuevo con nuestra emigración. Se llama así por Jovellanos. Por alguien que pintó, y mucho, en la política y la cultura de España, y que durante su destierro en la ciudad de Palma, entre 1802 y 1808, fue recluido en el castillo de Bellver.

Por cierto, que Jovellanos se marchó de Asturias a los 16 años. Sí, volvió durante algunas etapas de su vida, pero siempre había algo fuera que le reclamaba. De hecho su última vuelta, en 1811, es toda una metáfora de lo difícil que es el regreso. Navegó desde Cádiz, donde trabajaba en la nueva constitución. Un fuerte temporal en el Cantábrico casi le convierte en náufrago. Se vio obligado a desembarcar en Galicia. Llegó por los pelos, primero a Gijón y luego a Navia, para morir cerca de casa.

No hay duda de que es complicado volver. Da que pensar que Rafael de Riego, Vital Aza, Palacio Valdés, Alejandro Casona, Campoamor, Pérez de Ayala, Severo Ochoa, Ramón Areces, Pepín Fernández, Grande Covián, Ángel González, y los que me estaré olvidando, se marcharan y no volvieran.

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