Se detecta una creciente efervescencia en Cimadevilla, un barrio que en otro tiempo fue referencia de vanguardia en Gijón y que aspira a recuperar el sello propio y enterrar cierta reciente fama de territorio de jaranas nocturnas y pendencias. Resulta curioso que la zona de la ciudad con más deficiencias en el ámbito de la movilidad sea una de las que más se mueven en el ámbito de las iniciativas ciudadanas. Cabría pensar, a la vista de esta coincidencia, que la reivindicación urbana puede convertirse en ocasiones en caldo de cultivo de la movilización cultural, puesto que nadie discute que la cultura es reivindicativa por naturaleza.
La cultura también hace los barrios más habitables, no sólo la mejora urbana. Cuando la conversión del edificio de Tabacalera en equipamiento cultural sea una realidad palpable, Cimadevilla habrá dado un paso de gigante para convertirse en referencia del Gijón más céntrico y turístico. De ahí la relevancia de dotar de un contenido participativo al continente en proyecto aún por definir. No puede convertirse el futuro museo en un mero contenedor, en otro espacio lleno de objetos pero sin vida. Debería tener cabida también para crear una factoría de ideas, un generador de iniciativas innovadoras en el ámbito de la cultura local. Un espacio, por tanto, participativo y democrático, no tan elitista como otros equipamientos de la ciudad. El movimiento vecinal y el asociativo reverdecen en Cimadevilla de la mano de gente joven y animosa que aspira a tomar las riendas del avance de una zona de la ciudad en la que el peso del pasado no debe impedir la ganancia del futuro. Merecen la oportunidad de ser tenidos en cuenta.
