Por cualquier sitio que abra usted LA NUEVA ESPAÑA se encontrará con idénticas informaciones. No importa el lugar de Asturies; tampoco que se trate de un Centro de Salud o de un hospital: esperas interminables, retrasos de días en las citas, acumulación de enfermos en los pasillos.
Parte de ese zurriburri tiene un componente estacional: así la gripe y las afecciones catarrales. Pero otros vectores tienen su historia y su fundamento en la política.
Fue el Gobierno de Aznar, en su segunda legislatura, el que, junto con otras decisiones inesperadas, rebajó el horario de los funcionarios en dos horas y media. Los gobiernos regionales corrieron a hacer suya aquella iniciativa. Ahora bien, nadie, absolutamente nadie en toda España se preguntó por el costo del "regalo", es decir, qué suponía aquello para las arcas públicas, puesto que habría que suplir las horas "descontadas" con nuevos funcionarios.
La crisis hizo que el Gobierno de Rajoy volviese a aumentar en dos horas y media la jornada en la función pública. A través de esa decisión, la congelación de plazas y la supresión o reducción de los llamados "canosos y moscosos", conseguía un ahorro presupuestario. Pues bien, en el ámbito de la salud, la devolución de alguno de estos beneficios, incluso con efecto retroactivo, la necesidad de agotar los permisos no gastados, las vacaciones navideñas y la convocatoria de oposiciones han restringido los facultativos disponibles.
He aquí cómo los derechos de unos, los funcionarios del SESPA, se oponen a los de otros, los de los enfermos. Y es que, aunque la mentalidad mágica crea que los derechos que constituyen devengos son sustantivos, no lo son, son adjetivos: si no aparece a su izquierda la palabra dinero no pueden tener existencia.
PD. Estuve a punto de titular "El rabo de Aznar", pero lo he dejado, no vaya a ser que alguna amante (o amanto) de sus tabletas se azorase.
