La Nueva España

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A ello, colegas

Igual que el verano tiene la canícula, con sus calores, el invierno tiene la suya con los fríos. Aunque no tenga nombre correlativo (que yo sepa), puede servir "cuesta de enero", pues en este caso no cuenta tanto la temperatura como el estado de ánimo. También podría decirse estado del ánima, o estado del alma, pues el centro del invierno es un desierto del entusiasmo, y tanto como a la vida física afecta a la metafísica. De ahí la utilidad de la fiesta de Reyes, un brazo de Navidad que se mete en enero con una bolsa de la alegría disponible, o sea, un pico de consumismo, sucedáneo no del todo ineficaz de la alegría verdadera. La diferencia entre ambas alegrías es que la falsa viene de fuera (meterse cosas) y la verdadera de dentro (salirse de uno), pero si la segunda se congela en enero, como el campo mismo, bienvenida sea la primera, que desde hoy mismo se prolonga en las rebajas.

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