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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

El reloj del apocalipsis

Átense los machos, que nos encontramos a dos minutos y medio del apocalipsis. No piensen que se trata de una predicción de Íker Jiménez o de la interpretación torticera de las profecías de Nostradamus espolvoreada en las redes sociales por una web milenarista. Al contrario, hablamos de la valoración de un equipo robusto de científicos que incluye a quince premios Nobel y que cada año señala a la población cuánto nos estamos acercando al fin del mundo, mediante un reloj simbólico cuyas agujas caminan inexorablemente al cataclismo, al ras en punto de la medianoche. No se molesten en hacer testamento.

Según la previsión, la destrucción total se aproxima: las agujas de ese reloj imaginario marcan las once horas, cincuenta y siete minutos y treinta segundos en este momento. Desde 1953, en instantes de grave tensión nuclear, no habíamos estado tan cerca de la autodestrucción. Entonces, la humanidad se aproximó a dos minutos de su fin. Ahora nos hallamos treinta segundos más lejos. De igual forma aterrador.

Que el reloj del fin del mundo se haya acelerado es por culpa, dicen, de Trump y del cambio climático, dos fenómenos estrechamente relacionados. El nuevo mandatario estadounidense resucita con sus declaraciones armamentística el fantasma de la guerra nuclear y se rodea de colaboradores hostiles a tomar medidas contra los efectos nocivos del calentamiento global.

Ese doble calentamiento, el de la boca de Trump y el de la gran empresa que airea gases de efecto invernadero, se ha convertido en una doble amenaza latente. Recen lo que sepan o vayan preparando un transporte a Marte.

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