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Nueces de California

"The Wall"

La necesidad de derribar el muro de la mediocridad educativa

Nadie se baña en el río dos veces porque todo cambia en el río y en el que se baña

(Heráclito)

Carlos miró fijamente a Arancha. En sus ojos no cogía más amor. Fue a la estantería donde guardaba los discos de vinilo y sacó lo que para él era un incunable. C: "Me encanta el fluido rosa". A: "¿El fluido rosa?". Era así como él llamaba al grupo "Pink Floyd", la banda inglesa que nos dejó piezas maravillosas influenciadas por el LSD, la droga de la creatividad. C: "Sí, el fluido rosa que corre por mis venas cuando veo el brillo de tus ojos". Ella había olvidado que esa misma noche era su cumpleaños. Carlos lo tenía todo preparado. No había olvidado la fecha en la que ella había nacido, lejos, en tierras fenicias. Esa noche los dos bailaron esas viejas canciones a la luz de la luna, hasta el amanecer.

"The Wall" ("El Muro") habla de diferentes traumas basados en la vida de Roger Waters, autor junto a David Gilmour, de esta gran obra maestra. La muerte temprana del progenitor, la sobreprotección materna, los fracasos sentimentales, la opresión del sistema educativo británico, las drogas, el asma, son los ladrillos del muro que aíslan a Pink y lo conducen a la autodestrucción. Fue famosa la frase repetida hasta la saciedad: "We do not need education. Teacher, leave us alone" (No necesitamos educación. Profesor, déjenos solos). Y aquellos que tienen mi edad, o son incluso un poco más viejos, no deberían extrañarse, porque la educación ha sido utilizada de modo represivo, no de modo constructivo, ni liberador. ¿Se acuerdan de la genial película francesa, "Los niños del coro"? ¿Cuántos se verán reflejados en la vida de estos infantes? El otro día, junto con dos amigos y excompañeros de la Escuela de Minas, recordábamos aquella época vivida, y cómo muchos quedaron marcados. La disciplina nada tiene que ver con aquello que en los años 70-80 vivimos en nuestro periplo educativo.

Es verdad que no necesitamos una mala educación, o de baja calidad, pero la falta de educación es aún peor y genera efectos perversos. Los estados han intentado garantizar una educación pública con unos estándares medios, pero desgraciadamente el precio que ha habido que pagar ha sido el sacrificio de la excelencia. Ya casi nadie la tiene como objetivo, y sin embargo nuestros representantes siempre andan enarbolando estándares de calidad, estadísticas de éxito y de fracaso. Si la excelencia no es la visión, ni el objetivo -y no lo suele ser- conseguirla no sólo es improbable, sino contraproducente, porque significaría que cualquier chapuza rayaría las alturas, y que el nivel global sería muy bajo. Sería una excelencia basada en la mentira, y el boomerang algún día se volvería contra sus creadores (y como propina, contra la sociedad cómplice de estas fechorías). La excelencia debe de ser fruto de un diseño, de una visión donde se cuida a los mejores, se les da visibilidad, y éstos arrastran al resto. ¿Qué becas de excelencia académica tiene, por ejemplo, la Universidad de Oviedo? Ninguna, que yo sepa, a no ser que un alumno gane una Olimpiada. Ya en los institutos se confunde el notable con el sobresaliente; éste, con la mención de honor, y ésta, con la matrícula, y se otorgan a algunos alumnos muy buenas calificaciones que deberían ser reservadas a la excelencia. Luego, en muchas universidades no se les concede ninguna prerrogativa, ni beneficio, esgrimiendo que las instituciones de Enseñanza Secundaria no son lo suficientemente serias cuando deciden estas distinciones, lo cual es sumamente injusto para aquellos que realmente las merecen. En este aspecto, a mi entender, es mejor equivocarse que permanecer ambiguo o quedarse corto. La Universidad de Oviedo, en estrecha colaboración con los centros de Enseñanza Secundaria, debería cuidar a sus polluelos, como los ganaderos cuidan las razas autóctonas. La Universidad debería descubrir, proteger y apoyar a sus "pura sangre", mimarlos y ayudarlos a que realicen sus proyectos. Las becas de excelencia de la Fundación Cristina Masaveu son un modelo a seguir. Los gerentes de lo público y demás potenciales mecenas, que están podres de ricos, deberían tomar nota. Esa riqueza hay que devolverla a la sociedad en forma de becas, y esto nada tiene que ver en principio con la declaración de la renta de los padres. El muro de la mediocridad debe ser derribado, y no deberíamos tener tapujos para criticar aberraciones como los fondos mineros, que otorgaban becas a cualquier expediente. Durante muchos años, incluso tuve alumnos en Mieres que me pedían que les pusiese en acta con un cero, para que les diesen "la beca" de la loto minera. Una vergüenza más de estos fondos con sello de escándalo. Obviamente no se critica a aquellos que merecían este apoyo y han podido salir adelante gracias a estas ayudas. Además, tiene que haber una segunda línea de becas que apoyen a los que lo necesiten, pero para ello se debe acreditar un esfuerzo y unos resultados aceptables, dado que de otro modo es puro despilfarro. Se beca a los estudiantes, no a sus familias, y eso, muchas veces no está nada claro. Ya está bien de aumentar la desidia y la imbecilidad. Sólo se aprecia aquello por lo que se lucha. Las becas de rescate social son necesarias... pero no suficientes.

C: "No sabes la suerte que he tenido en haberte conocido". A: "Sí, nuestro amigo Pepe siempre dice que hay que estar contento con lo que uno tiene, y ansiar lo que uno sueña". C: "¡Pepe, es un Filósofo de la Felicidad! A: "L'homme parfait! Tengo que presentárselo a alguna de mis amigas. Nos estamos haciendo mayores, e incluso de vez en cuando cumplimos años". C: "Ya sabes que Pepe dice que somos un promedio ponderado de aquellos que nos rodean -pura teoría geoestadística-. Es decir, que si te rodeas de mediocres?". A: "Por eso me encanta estar contigo?". Se dan un beso que parece no tener fin.

Dado que somos tan proclives a importar tradiciones como Halloween, el Black Friday, el Amigo Invisible, o la mierda de los "reality show", espero que también copiemos lo bueno, y sobre todo la protección y el impulso del talento, que es lo que no sólo nos hará diferentes, sino también mejores como sociedad, si realmente de talento se trata. Ya se sabe que, desgraciadamente, el poder zafio siempre desconfía de la inteligencia y promueve al ser cuya razón es esclava de sus pasiones, porque cree que nada tiene que ganar de aquellos que utilizan la razón como modo normal de funcionamiento.

Parafraseando a Heráclito, nadie puede bañarse dos veces en la misma agua, porque el agua corre, como corre el tiempo; porque el tiempo corre, como corre el agua; porque ambos corren y discurren paralelos, e incluso, a veces, uno tiene la sensación de que todo se embala. En esta Historia de Palabras Prestadas, nadie puede mirarse dos veces al mismo espejo y ver la misma cara, porque el tiempo corre, porque todo cambia, porque cambia el tiempo, porque el tiempo todo lo cambia. Yo, que he nacido pequeño y que moriré ínfimo, sólo pretendo poder verme reflejado en mis discípulos. El fluido rosa corre por mis venas.

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