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Sol y sombra

Malditas polillas

La tecia o polilla guatemalteca se alimenta exclusivamente de patata. Ya es fatalidad. Podría haberle gustado, por ejemplo, comer mierda y no hubiera ocasionado los problemas que está ocasionando en el campo asturiano. Pero no, la tecia solanivora ha encontrado en las humildes y serviciales patatas su bocado exclusivo y gourmet. El resultado es que debido a a estos lepidópteros y a sus aficiones, los productores de Occidente han decidido dejar de plantar tubérculos ante la amenaza que la plaga supone para las cochechas. El asunto reviste doble gravedad porque el de la patata era un cultivo que se estaba recuperando gracias a las expectativas que se habían creado los agricultores. Ahora, nada.

¿Y qué vamos a hacer si la patata española entra en cuarentena? Pues comer patata francesa, una gloria nacional que nuestros vecinos adoran y que inicialmente rechazaron por considerarla inadecuado como alimento. Luego, la patata no hizo más que corresponder con afecto salvando a las poblaciones de terribles hambrunas. Hasta hoy.

La patata llegó a España hacia 1535 y desde allí pasó a Italia, Suiza y Alemania, mientras en Francia era rechazada. En la campaña para difundir su cultivo alimentario, Antoine Augustin Parmentier, químico, agrónomo y nutricionista, recurrió a algunas estratagemas ingeniosas. Así, cuando el rey Luis XVI le cedió en 1785 unos terrenos en Sablons y en Grenelle para las plantaciones, las matas cubrían los campos, nuestro farmacéutico ordenó vigilarlas como si se tratara de auténticos tesoros. Algunos parisinos, intrigados, arrancaron durante la noche las patatas para comerlas. Fue una de las primeras batallas por extender el cultivo de un tubérculo esencial para la alimentación. La guerra prosigue: el enemigo es la polilla.

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