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Sentimiento por el gato bardo

Tenía en los últimos días el más saludable aspecto que podía recordar y estaba feliz con su exposición

Aunque la muerte sea siempre una gran injusticia, hay ocasiones en las que, por alguna razón, aún nos parece más injusta. Seguramente no es de las más importantes, pero entre esas razones está sin duda el hecho de haber mantenido una conversación larga y divertida con una persona que días después te dicen que ha desaparecido repentinamente del mundo de los vivos. Sientes que te han quitado algo. ¿Cómo es posible? ¿Y quién tiene la culpa de ello? Porque yo vi hace pocos días a Rodolfo Pico con el más saludable aspecto que podía recordar, alegre y feliz con su exposición en la Fundación Museo Evaristo Valle que, no me gustaría poder decir que irónicamente, hoy también finaliza. Tan sonriente como su obra, enhebrada ininterrumpidamente, como en él era costumbre, gran número de anécdotas, citas, refranes y aforismos con el mayor entusiasmo. Cuesta creer que ya tenía dentro, al acecho, la muerte. No hay derecho.

Así que este comentario quiere ser una oración muy sentida en su recuerdo, y va dirigida al gato bardo (en lugar de pardo, recuérdenlo) porque así lo hacía en mi comentario en el suplemento "Cultura" el pasado 16 de febrero con motivo de su exposición "Una geometría sonriente", que desgraciadamente no sonreirá más, aludiendo a una muestra suya anterior que tituló "De noche todos los gatos son bardos". Creo, escribía entonces, que el gato bardo es en realidad Rodolfo Pico, poeta trovador plástico, gato lunático que merodea y espía curioso a su alrededor para luego inventar escenas y situaciones en las que cualquier parecido con la realidad es una buscada coincidencia. Si lo recuerdo ahora así es porque aquel mismo día 16 de febrero me llegó por teléfono muy satisfecho de asumir el nombre de su personaje, hasta el punto de pensar en firmar así algún cuadro.

Es muy triste y muy lamentable para el arte asturiano que Rodolfo Pico nos haya dejado en el mejor momento de su pintura, tanto en cuanto a creativa imaginación narrativa como en la formalización plástica, armada de gran diversidad de sugestivos y personales colores y esa sonriente geometría que velaba por la estructura de la composición. El pintor de paraguas, gotas de lluvia con lágrimas, lapiceros, barcos, árboles, faros, pajaritas de papel, estrellas, relojes, casas, guitarras y dos huevos duros, no pintará más.

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