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El horror al vacío de lo que estaba lleno

El pintor de los gatos tenía previsto celebrar la festividad de Santa Gertrudis, patrona de los felinos domésticos, en el Evaristo Valle

Escribo estas líneas conmocionado por la noticia de la muerte de Rodolfo Pico. Rodolfo nació en un pequeño hospital de Luarca, porque allí llevaron a su madre de parto. Pero su familia vivía y vive en San Pelayo de Tehona, entre Cadavedo y Trevías. Conocí su obra hace más de veinte años, cuando llevaba a mis alumnos de Historia del Arte del IES Mata-Jove de La Calzada a visitar exposiciones por la ciudad. Por entonces me guiaban los escritos de Jesús Villa Pastur y Rubén Suárez. Luego empecé a tratarle personalmente y a escribir en alguna de sus muestras notables, como la del juego de la oca del año 2008, en los bajos del teatro Campoamor de Oviedo.

En los últimos tiempos le llevaba de viaje a reuniones del occidente de Asturias. Él no tenía coche, porque no podía conducir, pues le daban ataques de epilepsia que resultan de alta peligrosidad al volante de un automóvil. Esto de la epilepsia lo llevaba, como casi todas las cosas, con gracia e ironía. Decía si le tocaban este tema, que grandes personas hubo con tales convulsiones, como Alejandro Magno, Julio César o Teresa de Jesús. El pasado miércoles 22 de febrero fuimos juntos a Luarca. El objetivo era repartir y dedicar catálogos de su exposición en el Museo Evaristo Valle. De modo que visitamos la Casa de Cultura de Luarca y el Museo Villa Pastur, dejando allí varios catálogos, para la biblioteca, la bibliotecaria y la archivera. Y luego nos fuimos a Otur, Casa Consuelo, a hacer lo mismo, tras saludar a don Álvaro. En estas visitas se planteó la posibilidad de hacer en el verano y en la Sala Álvaro Delgado de Luarca una exposición que cerrara en ciclo conmemorativo de los 40 años como artista de Rodolfo Pico.

Por la tarde también estuvimos de charla durante un par de horas en Gijón. Se le había ocurrido la idea de celebrar en el Museo Evaristo Valle el día de Santa Gertrudis de Nivelles (17 de marzo), abadesa belga que vivió en Brabante del 626 al 659 dC. Entre sus muchos patronazgos, la abadesa Gertrudis es protectora contra las plagas de ratones, y por eso se la representa rodeada de gatos de varios pelajes. Y Rodolfo Pico fue un pintor de gatos, como es bien sabido. Para ese día y aledaños, se celebrarían en el Museo visitas guiadas y un taller "familiarizarte" con niños acompañados de sus padres que iban a pintar un gato bajo la dirección de Rodolfo Pico.

Cuento estas cosas para dar a entender que Rodolfo Pico estaba eufórico y lleno de vida y de proyectos. El año pasado estuvo unas semanas en el Hospital de Cabueñes, a donde le llevó su buen amigo Pelayo Ortega. Y anteayer por la mañana se lo encuentra muerto en su cama la señora que iba a limpiar su habitación a ras de suelo junto al estudio. A esta "casa" de muy reducidas dimensiones se refiere Juan Manuel Bonet cuando escribió en el catálogo: "Una visita, demasiado breve, antes del verano, a la casa y al estudio gijoneses de Rodolfo Pico, ha quedado en mi recuerdo como un gran momento. Tanto el primer espacio como el segundo, casi contiguos, son lugares mágicos, en los que reina un desorden ordenado. Por las paredes y por las estanterías y hasta por los techos -de uno de los cuales cuelga un cuatrimotor- uno se topa con muchísimas referencias a la iconografía que es la suya, pero me he quedado sobre todo con la sensación de horror vacui". El horror al vacío significa que todo estaba lleno. Y en efecto, Rodolfo Pico vivía en una habitación a ras de suelo junto a su estudio, de no más de treinta metros cuadrados, con cama y sobre la cama un gran tigre de peluche, baño, tele, cocina, microondas, nevera, horno, mesa de escribir, ordenador y mecedora.

Se nos ha ido Rodolfo Pico a sus 64 años. En el breve catálogo de la exposición en Tioda del año 2003, titulada "Metapaisajes", escribió Pico: "Hagamos un viaje / allí donde acontecen / lugares de lejanías /exvotos de ese tiempo / al que siempre / se llega tarde. / Entenderás cuando arribes / por qué el infinito / es sólo un corto viaje". Ciertamente el viaje ha sido corto y él esta vez no ha llegado tarde.

Todos los años me pedía le llevara un calendario de los capuchinos de San Antonio de Padua, en Los Campos. Y en su estudio de pintor tenía delante la imagen de san Pío de Pietrelcina, el santo llagado después de San Francisco. Al funeral asistieron una quincena de artistas. Gozaba Pico de gran aprecio por parte de sus colegas. El párroco de la Resurrección, Silverio Zapico, pronunció una homilía funeraria de alto contenido y gran aprecio por la creación de belleza de los artistas. Adiós, querido Rodolfo. Hasta vernos en la otra orilla del río.

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