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Sol y sombra

La moral y la política

François Fillon ha puesto el listón muy alto en la siempre arriscada peripecia de seguir en la carrera política contra viento y marea. En apenas dos meses, el candidato gaullista ha pasado de ser el favorito a un apestado sin opciones que, pese a ello, se resiste a abandonar. No cuenta con apoyos, sus aliados centristas lo han dejado, y él sigue diciendo que lo suyo es "un asesinato político". Una víctima más de la justicia de esas que siempre nos traen el recuerdo más cercano. Hundida su credibilidad, imputado por malversación de caudales públicos, y su mujer investigada por cobrar de trabajos ficticios, son demasiadas las coincidencias para disculpar su manía persecutoria. Lo de Fillon es mucho más grave que lo del presidente popular de Murcia aunque sea casi obligado establecer ciertos paralelismos.

La obstinación de Pedro Antonio Sánchez, hasta ahora jefe de gobierno de su comunidad gracias al apoyo de Ciudadanos, abre una crisis institucional y produce un socavón en las relaciones entre el partido de Rivera y el PP, sujetos por un pacto anticorrupción que ni ha empezado a materializarse ni tiene visos de hacerlo. La prueba más evidente de ello se encuentra en Murcia.

El "caso Fillon", que protagoniza el candidato de Los Republicanos que en las primarias barrió a Sarkozy y ganó a Juppé, es una nueva baza que ya está sabiendo jugar con pericia Marine Le Pen, y un problema para Francia, que sólo encuentra en el liberal Macron - la izquierda prosigue su atonía- el único baluarte para frenar al populismo ultraderechista. De hecho, el candidato de En Marche! se ha apresurado a adelantar una ley sobre la moralización de la política, que Fillon y el PP español no ven, en cambio, como un asunto urgente.

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