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Avanzar en la industria

Las sociedades y países más industrializados, los que mejor resisten las crisis

Si bien es cierto que para alcanzar el desarrollo económico se necesita ampliar la capacidad productiva en cualquier actividad económica, como en la agricultura, el turismo y los servicios, en la inmensa mayoría de los casos el desarrollo económico ha sido alcanzado a través de la industrialización (incluyendo todas las ramas, como energía, extracción de minerales, etcétera) y la manufactura.

El sector industrial ha sido siempre el centro de aprendizaje del sistema económico. Muchas de las invenciones tecnológicas y organizativas del mismo han sido transferidas a otros sectores, como el de servicios, para aumentar productividades. Por ejemplo, algunas cadenas de comida rápida utilizan técnicas de organización fabriles convirtiendo la preparación de alimentos en una tarea propia de una cadena de montaje. Otras cadenas minoristas, como supermercados o tiendas de ropa, aplican modernas técnicas de gestión de inventarios desarrollados en la industria.

En las últimas décadas, particularmente a partir de 1990, se puso de moda argumentar que el sector industrial ya no tenía la misma importancia que antes porque habíamos entrado en la era de la sociedad posindustrial.

La aparición de internet y el surgimiento de la "economía del conocimiento" contribuyeron a ello. Se argumenta que se podría prescindir de la industrialización y enriquecerse prestando servicios, convirtiendo a la India en la oficina del mundo, exportando servicios informáticos, y a China en la fábrica del mundo, con la producción de artículos de bajo coste.

En la India, el superávit comercial en servicios representa apenas alrededor del 1% del PIB, y le permite cubrir menos del 20% del déficit comercial en bienes. Por su parte, China, desde su entrada en la Organización Mundial de Comercio hace unos años, representa un reto en el área de manufactura con sus productos de bajo coste a los que hay que hacer frente.

Es ingenuo pensar que hemos entrado en una nueva era de la "economía del conocimiento". La historia muestra que siempre hemos vivido en una economía del conocimiento. La calidad del conocimiento, a través de la tecnología y la mejora en la capacidad de organización productiva, fue la que enriqueció a los países más industrializados. Sólo habría que repasar las tres revoluciones industriales anteriores.

La crisis de 2008 obligó a reconocer que la fe puesta en los servicios como nuevo motor del crecimiento había sido como menos exagerada. Además, muchos de estos servicios de "alta productividad", como ingeniería, diseño y consultora en materia de gestión, tienen como clientes a empresas industriales.

Los países que mejor han resistido la crisis y los que están saliendo antes de la misma son los países más industrializados.

El rápido aumento de la productividad en el sector industrial, abaratando los precios de los productos manufacturados, ha traído un descenso de su participación en el PIB y un descenso en el empleo en este sector. Pensemos, por ejemplo, cómo se han abaratado los ordenadores, los teléfonos móviles, los televisores y los aparatos electrodomésticos, comparando con una comida o un aperitivo en un restaurante o con un servicio de peluquería.

Pero eso no significa que los países desarrollados estén produciendo menos bienes manufacturados en términos absolutos.

Hoy por hoy, menos del 15% de los habitantes de la mayor parte de los países ricos trabaja en la industria en su conjunto. El objetivo de la Unión Europea es que el sector industrial represente el 20% del PIB de la zona en 2020. En España esta participación es de alrededor del 15%, siendo superior al 21% en Asturias.

En varios países avanzados, la participación del sector manufacturero ha incluso aumentado, si se calcula en precios constantes. En Estados Unidos y Suiza ha crecido cerca del 5% en los últimos veinte años y en Finlandia y Suecia se ha incrementado el 50% en las últimas décadas (datos de Eurostat y de la Oficina de Análisis Económico de Estados Unidos).

Por otra parte, cuando se habla de la economía posindustrial, se suele mencionar a Suiza y Singapur como casos de éxito basados en el suministro de servicios, como las finanzas, el comercio y el turismo.

Sin embargo, en 2010 Singapur ocupó el puesto más alto del mundo en valor añadido manufacturero, un 48% más elevado que el de Estados Unidos, y Suiza (un 30% más alto que Estados Unidos) ocupó el tercer lugar por detrás de Japón (datos de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial).

Es evidente que se ha experimentado un notable incremento de actividad en el área de servicios en las últimas décadas, y una de las claves es el uso de la tecnología digital y la notable mejoría en las comunicaciones. Pero estas tecnologías no son un desarrollo aportado por los servicios sino el resultado de innovaciones científicas y tecnológicas aplicadas a la industria.

La notable evolución de los ordenadores (móviles y "tablets") y el reemplazo del cable de cobre por la fibra óptica son factores fundamentales en la nueva sociedad de la información. La fibra es de vidrio, no metálica, utiliza la luz y no la electricidad, no le afectan las interferencias y es imposible interceptar la información que transporta. Junto a las técnicas de compresión digital permite la rápida transmisión de elevados volúmenes de información.

En resumen, el hecho de que las economías industrializadas sean las que mejor soportan las crisis, la evidencia de que el progreso y el desarrollo económico y social vienen determinados por avances tecnológicos y capacidad organizativa aplicados desde la industria, la aparición de la industria digital, la evolución de las tecnologías ya existentes y la necesidad de afrontar el reto manufacturero de los países asiáticos (no para producir como ellos, sino para superarlos en tecnología, organización y competitividad), nos ha llevado a lo que se viene llamando la fabricación aditiva o fabricación 4.0. Pero este tema será objeto de atención en otra ocasión.

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