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De nuevo las mimosas

A propósito de la floración que anuncia la primavera

Un año más las mimosas hacen acto de presencia, alegrando nuestros valles con el explosivo y deslumbrante color de su floración dorada. Son como luz relajante en medio de las angustias cotidianas producidas por noticias truculentas: guerras, corrupciones, violencia de género, comas etílicos en menores..., sucesos diarios en donde a nada le ponemos remedio; muchas declaraciones, muchas condenas, muchas campañas publicitarias, pero al final, lo de siempre; una cuestión es predicar y otra muy distinta, dar trigo.

Las mimosas florecen en el umbral de la primavera, a la vez que las aves insectívoras buscan un lugar para formar el nido donde albergar la llegada de los nuevos polluelos. La naturaleza, pese a la locura meteorológica, que no es peor que la política y administrativa, puede confundir pero no puede impedir que los ciclos se cumplan, con lo cual gozamos, un año más, de los "mimos" que nos regalan estas acacias, árboles pregoneros de la primavera. Esperemos que nuestros administradores no caigan en la tentación de "gravar" con impuestos estas bellezas al igual que lo hacen con los hórreos y paneras? y, por supuesto, que a las pequeñas aves insectívoras no les hagan pagar por "sucesiones" de nidos heredados al regreso de sus migraciones.

Los últimos meses invernales siempre han sido convulsos pero tanto mi generación como las próximas no habíamos conocido situaciones como las estos inviernos secos, medio fríos, pero sin aquellas heladas con largos carámbanos que colgaban de los aleros y de las rocas entre los líquenes o los charcos que formaban unos cristales para deleite de nuestra infancia; tras estas heladas, se cumplía el refrán. Dice la nieve a la helada: "vete tú hoy que yo voy mañana", y así era como se cumplía el vaticinio invernal. Las nevadas alcanzaban, en las cotas más bajas, entre diez y quince centímetros; en los altos, nunca bajaban del medio metro. Los inviernos ahora son virtuales, nos amenazan a través de las televisiones y nos quedamos los fines de semana cerrados en casa esperando las noticias de la gran "catástrofe"... o del fin del mundo. Desde que Mariano Medina se convirtió en "el hombre del tiempo" otros presentadores le fueron sucediendo, pero con más medios televisivos e informáticos, convirtiendo la meteorología virtual, no en una información, sino en un gran espectáculo.

Ya no nos quedan los campesinos que mirando al cielo, a sus luces o al sentido de los vientos, nos podían predecir el tiempo; tampoco los niños, por lo general, miran al cielo para identificar los cirros, los cúmulos, los nimbos o los estratos tal y como nos enseñaba el maestro; a pesar de todo, puntualmente, llegan las mimosas con su hermoso concierto cromático de primavera marcando su tiempo, con su floración y con frecuencia acompañadas de la luna, aportando una nota romántica a los soñadores. No en vano las fragancias de la mimosa nos puede transportar al mundo de la imaginación y de los poetas, envolviéndonos en un ambiente etéreo como el efecto del canto de las xanas o las hadas de las fuentes.

Las mimosas son un poco tóxicas, produciendo en algunos incómodas alergias, al igual que las que nos producen la toxicidad de la política a través de las noticias que nos llegan por los informativos, porque las corrupciones son como las mimosas, y se dan en los más variados jardines. Si observamos, comparativamente, nos daremos cuenta de que el atractivo color dorado de la flor de la mimosa es muy parecido al dorado brillo del oro y el oro es símbolo de riqueza, pero también de corrupción. No en vano en el pasado se adoró el "famoso becerro ", al que periódicamente le erigimos un nuevo altar.

La democracia es como una gran plantación de mimosas, ilusionantes y hermosas, y también nos aporta la armonía de la convivencia, pero así como la naturaleza tiene sus catástrofes rompiendo con todas sus leyes, así los "demócratas" se saltan las normas creando el caos y rompiendo con la armonía de la convivencia.

Seguiremos soñando con las mimosas y con sus mimos.

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