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Los nórdicos y los mamporros

Los países nórdicos encabezan la lista de la felicidad y en Mallorca se han dado unos cuantos mamporros unos padres que veían un partido de fútbol. No para de darnos el deporte rey razones para estarle agradecidos; ahora sirve para que las gradas se contagien del espíritu de rivalidad del césped y, con lo sana que es la actividad física, sumen al balompié los beneficios de la lucha libre. Salud integral. Cuánta pedagogía. Qué antiguo queda ya aquello de los padres que decían tú, lo primero, estudia. No, no. Ahora es tú, lo primero, saca adelante esas cualidades futbolísticas que tienes, que eso de estudiar es poco rentable en el mundo actual. Los países nórdicos, en su conquista de la felicidad (la clasificación la publican los medios) perseveran en una filosofía que los mediterráneos tienen por exótica. ¿Cómo hará esa gente para sobrevivir en su sano juicio sin una severa dosis de fútbol diario? ¿Qué harán los domingos por la tarde? ¿Leerán libros? ¿Pensarán por su cuenta? ¿Practicarán algún tipo de conversación ajena a los méritos de la (otra) BBC y a los goles que los pringados del PSG se dejaron meter el otro día? Pues qué felicidad tan incomprensible. ¿Poco paro, protección al medio ambiente, índices de corrupción distintos, desdén por la chapuza? Inconcebible. Francamente, no sabe uno para qué sirve el Canal Viajar. Mucho mirar al prójimo en los tiempos actuales, mucho low cost y mucha selfie al otro lado del mundo y mucha travesía transoceánica, pero al final cada uno se queda como está; los peculiares nórdicos no se pegan puñetazos en un partido de fútbol arrebatados por un rapto de amor paternal. Eso sí; es probable que la tele noruega haya mostrado la imágenes de la trifulca balear para que, si no entendemos el Brexit, sepamos al menos cuánta diversidad cabe bajo el quebradizo paraguas de la Unión Europea. Habrán dicho miren esto, así se las gastan los amantes del deporte en el Sur del triste imperio bruselense.

En Mallorca pasó buena parte de su vida Robert Graves, tan conocedor de la antigüedad clásica. ¿Qué pasó con esas herencias? ¿Cómo es que en un lugar de las Baleares se lían a puñetazos unos cuantos progenitores amantes del deporte? ¡Pero si la tele no para de decirnos que el deporte es lo mejor que hay, y nos exhorta a no perdernos ese gol pagado a precio de petrodólar que vemos repetido siete veces en la pequeña pantalla! Algo ha ido mal. Está claro que cada país es como es, pero enternece ver cuánta fidelidad guardan algunos a un ADN forjado en siglos de pendencia. España: cuánta personalidad.

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