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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Turismo de pesca

El nuevo secretario general de Pesca del Ministerio de Agricultura, el gijonés Alberto López-Asenjo, lanzó tres días atrás en este periódico una propuesta al sector que tutela nada desdeñable: la posibilidad de que los patrones abran sus embarcaciones de pesca al uso turístico. Ciertamente, ¿puede haber en altar mar actividad más atractiva para un profano que presenciar la pelea sin cuartel al curricán entre el pescador y el mar para arrebatarle cada túnido que se captura en la anual costera del bonito?

Nada puede resultar más digno de presenciarse con fascinación que, una vez lograda la cercanía de un bálamo de bonitos, el combate a cacea entre el pez formidable y el avezado pescador que maneja con magisterio ancestral las cañas combadas sobre cubierta. Cuando las picadas son constantes y el trabajo se acumula a bordo se pone a prueba la destreza de la tripulación, en pugna a brazo partido con un combatiente que se resiste a someterse a la tiranía del anzuelo. ¿Quién no pagaría un buen precio por presenciar esa contienda?

En medio de la grave crisis que atraviesa el sector, cualquiera alternativa para generar ingresos por vía legal conviene tenerse en cuenta. Hace años, cuando el sector agroganadero atisbó su declive, al paisano de la aldea parecía impensable convertirlo en hostelero a tiempo parcial y, sin embargo, el turismo rural se convirtió en un añadido estimable para la economía local, cuando no en un sustitutivo razonable. ¿Por qué no pueden, con idéntico rédito, arrancarle un buen puñado de euros al turismo de pesca los esforzados hombres de la mar?

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