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Sol y sombra

Tiempos difíciles

La epidemia mundial de insensatez y codicia, y la adulteración política

En la antigua Grecia la política era importante: se ocupaba supuestamente de la vida. La techné suponía técnica, habilidad para conseguir que las cosas funcionaran. La política se ocupa ahora de las ambiciones de quienes se dedican a ella, y demasiadas veces permanece adulterada por sus despropósitos. Vivimos una epidema de insensatez y codicia que, pese a todo, no nos puede hacer renegar de la utilidad pública, pero que nos lleva a pensar que dependemos tanto de terceros que nuestro problemas, incluidos los básicos, no encuentran fácilmente soluciones.

No voy a contribuir a la idea populista de que existe una conspiración universal de los grandes poderes contra la gente sencilla, pero esta mañana me he levantado con los huesos más doloridos de la cuenta y he pensado, por ejemplo, que los cambios drásticos del clima no me benefician. Hace tiempo que he llegado a la conclusión de que una parte del mundo se sitúa en una alta esfera y el resto en las capas intermedias e inferiores. No ha tenido, desde luego, que venir a explicarmelo Pablo Iglesias, que como es natural aspira a colocarse en las alturas. A su modo y manera, pero en las alturas.

Las cosas no funcionan ni han funcionado, por ejemplo, nunca para la gente sencilla en Brasil donde el fiscal acusa al presidente de la República, de centroderecha, de obstruir la justicia y de cobrar comisiones millonarias. Los antecesores de Temer, Lula y Dilma Roussef, de izquierda, están acusados por los mismos motivos.

La política se ocupa aquí y allí de sus cloacas. En Brasil lo ha hecho tradicionalmente y el signo de quienes la gobiernan o desgobiernan da exactamente igual.

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