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Sol y sombra

El saber inútil

Mark Twain, además de un gran escritor y un estupendo humorista, era también un tipo de lo más ocurrente. Tenía salidas para casi todo. Algunas de ellas, muchas, estimuladas por su sarcástico ingenio. Un día, una admiradora le preguntó si era conveniente tener muchos libros en casa. "Sí señora, ya lo creo", respondió. "Para mí disponer de libros resulta indispensable. Cuando un mueble cojea necesito un libro para ponerlo debajo y nivelarlo. Las paredes de mi despacho tienen grietas y lo disimulo con libros. Si me enfado como mi perro, le tiro un libro a la cabeza. Y menos mal que soy alto, porque si fuese bajo necesitaría poner un libro sobre la silla cada vez que me siento a la mesa".

En el caso del que los colecciona, los libros sirven también para recordarle lo efímera que es la vida y el poco tiempo que nos queda para leer lo que atesoramos en las estanterías y hemos dejado pasar de largo. Por falta de tiempo o de ganas. Sin referirnos a las bibliotecas interiores que hemos ido construyendo en el transcurso de los años en las que las palabras nos desgarran por momentos hasta lo más profundo de nosotros mismos.

Un libro de libros, ahora que estamos en verano y los días son más largos, es "Breviario de saberes inútiles", de Simon Leys, que publicó el año pasado la editorial Acantilado, y donde el desaparecido escritor belga deslumbra por el saber ocioso acumulado desde sus días de joven estudiante en que acudía a una peculiar escuela de Hong Kong que se inspiraba en los conocimientos humanísticos, tan despreciados por muchos y que conforman, sin embargo, nuestros valores fundamentales. Tan inútiles como indispensables eran los libros en la respuesta sarcástica de Twain. Lean a Simon Leys. No se arrepentirán de haber perdido el tiempo.

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