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Muerto Liu, se acabó la paz

El ejemplo del Premio Nobel de la Paz chino, un intelectual pacifista que proclamaba a todos los vientos "no tengo enemigos, ni odio"

Respira tranquilo el gobierno chino viendo las cenizas de Liu Xiaobo fundirse con las partículas que contaminan sus nubes. Otro peligroso enemigo que clamaba por la libertad y la democracia desde las mazmorras chinas se murió de una enfermedad incurable: el silencio impuesto por sus verdugos. Tortura implacable para un intelectual pacifista que proclamaba a todos los vientos que "no tengo enemigos, ni odio". Y por ello fue encerrado, maltratado, silenciado, y cuando explotó la célula tonta en su hígado sus carceleros miraron hacia otro lado.

A este mondo cane, que las personas luchen por la paz le sienta a cuerno quemado. A Liu Xiaobo no lo querían en su casa por pacifista y le ofrecieron un presidio de diez años y una muerte indigna. A su amada esposa Liu Xiaco, poetisa pacifista, la custodian unos recios guardianes para que no tome el fresco de la calle, ni ella ni sus poemas.

A Liu Xiaobo le estimaban fuera de casa, pero a su manera. Como se estima cuando la falsa impotencia, por no decir falta de arrestos, suple a la justicia internacional y busca la vía alternativa del reconocimiento a través de galardones, el más prestigioso: Premio Nobel de la Paz. Idéntico premio que otorgaron a Henry Kissinger se lo dieron a Liu Xiaobo en 2010. Hay "premios paces" para todos los gustos y adaptados a curiosas circunstancias. La de Liu era de extraordinaria pureza, "ni enemigos, ni odio", como él dijo, la paz que el mundo no acepta, y por ello su silla en Oslo quedó vacía, y no porque él rehusase a ocuparla. Por él decidieron sus impositivos mentores, su culo mejor sentado en la celda china y la boca cerrada. Su voz la suplió en Oslo la actriz Liv Ullman, que leyó esto en el discurso de Liu: "No hay fuerza que pueda poner fin a la búsqueda humana de la libertad (?). Estrangular la libertad de expresión significa pisotear los derechos humanos, reprimir la humanidad y suprimir la verdad".

Terminó la ceremonia del gran circo mundial. Los chinos pro democracia no se enteraron del discurso de Liu gracias al blindaje gubernamental de internet. Las libertades de medio mundo siguen en la parrilla de salida sin motor. El otro medio, en libertad custodiada, prepara nueva ceremonia. Pero se abstiene de traspasar las fronteras de las formas, en una palabra, aunque sea malsonante la digo: se acojona ante el dragón. Conocemos al dragón, sabemos dónde está su cueva, la crueldad de sus actuaciones, y no esconde su arma, que no es otra que el poderoso caballero. Liu Xiaobo se enfrentó al dragón.

Mucha gente de bien confía en sus palabras: las fuerzas que oprimen la ausencia de libertades se debilitarán algún día. Su ejemplo, y el de otros, son la cizalla que cortarán las cadenas a sus opresores. Se celebrará un día la victoria de la libertad humana sobre la bestia sinrazón cargada de hipocresía. Lo digo sobrio.

Liu Xiaobo descansa en paz.

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