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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

El mejor pregonero

Quien ha sido en precedentes Semanas Grandes ácidamente crítico con la programación festiva de los organizadores municipales de los coros y danzas -como esa edición reciente en la que la mayoría de los cantantes parecía procedente de la excursión senil de un geriátrico- tiene que reconocer hoy que la elección de Roberto Álvarez como pregonero de las fiestas de Begoña ha resultado un enorme acierto.

Quien quiera que recomendara a los próceres la subida al balcón municipal de este gijonés de buena cepa, como el vino que vendía su abuelo Laureano en El Coto, merece un "Oscar".

Álvarez entregó a sus paisanos, que acudieron a la plaza Mayor en desordenado tropel, un pregón en cinemascope cuando recorrió el metraje de su infancia en blanco y negro, en el despertar a la vida a la llamada del cornetín del Simancas.

Puede decirse que el artista memorioso, veterano de tantas tablas, no hizo teatro en su estreno inmaculado como pregonero: se mostró tal cual es y se abrió de par en par, como la puerta de la vieja sala del cine raído de su niñez. Se quitó la careta, como su taciturno teniente Arribas de "La mujer más fea del mundo".

El mundo de la interpretación, al que le ha entregado sin rechistar sus mejores años, no ha sido justo con Roberto Álvarez. Le ha hurtado empecinadamente la oportunidad de un gran papel que le eleve a la cima de los elegidos más allá de una serie de televisión pamplinera y mojigata. El nieto de Angelita merece una página en las enciclopedias del cine español por algo más que haber sido el padre de los siete de Ana y del repelente Gafotas.

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