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Chispazos

Turistifóbicos

La realidad de Baleares, a diferencia de la de Asturias, y el término de moda este verano

"Nosotros estamos empezando a hablar de vecinofobia, los que sobramos ahora somos los vecinos". Son palabras de Manel, setenta y cinco años, de los "de toda la vida" del centro de Palma de Mallorca, una de las ciudades que más acapara pintadas y actos "turistifóbicos" y, por ende, portadas en prensa nacional e internacional. Es el término de moda este verano, "turismofobia".

En esa misma visita a la isla, al enseñarle a un alemán la fotografía de una de las pintadas que adorna una pared con letras poco ornamentales, "Tourism kills city" (el turismo mata la ciudad), me espetaba un: "en Berlín no he visto nada de esto todavía y es muy turística también, está llena de españoles". Resultado: turista 1-Inés 0. Así que vamos a contextualizar, me dije, porque si hay que buscar culpables, turistas somos todos.

Sigo con el ejemplo de Palma, aunque podría estar hablando de Barcelona, Valencia o Lisboa, París y un largo etcétera, que aunque en España nos hayamos subido a la ola de la "turismofobia" literal y escrita este verano, el fenómeno es global y lleva tiempo cociéndose.

En Palma de Mallorca hay 65.000 plazas turísticas, de las cuales 25.000 son alquileres en viviendas. Edificios residenciales que dicen adiós a los vecinos en pro de un negocio que suena tentador; cuadriplicar beneficio, como poco, en los meses de verano. Se empieza a hablar de "emergencia habitacional" para los residentes. El dinero mueve el mundo y al vecino. Como a Manel, que se enfada cuando se les tacha de turistifóbicos. "Se han inventado ese término para criminalizar a quienes reivindicamos nuestro derecho a vivir en las ciudades". Y es que al ritmo que crece el turismo en Baleares, y con eso de que Mallorca es una isla, temen que la gentrificación gane metros cuadrados y acaben no sólo por irse del barrio, sino haciendo cola para coger el bote a la península. "Acabaremos nosotros haciendo turismo, pero de escapada". Manel ha perdido el barrio donde creció, crió y envejeció, pero no el sentido del humor.

Espero ansiosa los titulares de final de temporada. "Nuevo récord de turistas". "El turismo deja en España 36.000 millones de euros". Esos son los datos de la pasada campaña. Teniendo en cuenta que el turismo crece un 8% anual en Baleares y este año se espera un nuevo hito, con más de 15 millones de visitantes, sumarán este año unos cuantos millones más. A mí me hace gracia, porque cuando leo esto me imagino una avioneta rotulada del Govern, "Aquí tenéis vuestros millones", dejando caer billetes por doquier, que queden bien repartidos por la isla.

Si de los 550.000 habitantes que tiene Palma el 85% se dedican al sector servicios, con tanto turista y por ende tanto beneficio, no sé yo de qué se quejan. Yo sigo jocosa, pero ellas ni con humor negro lo digieren. Me refiero a Nani y Paqui, dos camareras de piso de hotel que llegan a mi encuentro dopadas hasta las cejas porque "aquí más trabajo hay, pero para el que está trabajando". A más turistas, más carga laboral, porque el personal, dicen, no ha aumentado y los sueldos siguen congelados, no les afectan las olas de calor. "¿Que quién se queda entonces todo ese dinero? Pues quien va a ser, el propietario."

No es de extrañar que el que tuviera un pisito bien situado se dejara llevar por la emoción y se apuntara al "vivamos del turismo hasta que tengamos que volver al campo", que esto último lo digo yo, pero es que al ritmo que van, en cinco años en vez de explotar el turismo lo que va a explotar es la isla. Ya no hablamos sólo de impacto social, los recursos naturales son los que son, y dan para lo que dan.

¿Hay vida más allá del turismo? No creo que sea suicida iniciar el debate de si es necesario poner límites a una actividad que siempre ha sido enriquecedora para una sociedad, hasta que ésta pasa a ser esclava de su propio éxito. El suicidio, creo yo, sería no revisar el modelo turístico.

De vuelta a casa reflexionaba. "Asturias is different", vamos siempre un paso por delante. Nos tomamos muy en serio el refranero popular. "Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar". Y nos vino la iluminación, todos a remojo. Antes de vernos "invadidos" y mutando a "turistifóbicos", hicimos un pacto con Lorenzo para que no saliera este verano. Por eso de evitar invasiones futuras al paraíso. Somos unos "sacrificaos", todo por la Tierrina.

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