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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

El rey desnudo

Como en el viejo cuento de hadas de Christian Andersen, Felipe VI acudió a la manifestación de Barcelona contra el terrorismo con un inmaculado traje de corte clásico, pero el independentismo más recalcitrante consiguió que el monarca quedara en pelotas, como cada vez que acude a Cataluña. No son todos los catalanes los que denigran a la Corona, pero sí los más ruidosos, los que no pierden oportunidad de poner de manifiesto su pésima educación y su nulo respeto institucional.

Al Rey le pitan en manifestaciones multitudinarias de júbilo, como la final de la Copa que lleva su nombre, y en concentraciones dolorosas, como la de la Ciudad Condal. Para ser sinceros, le abuchean catalanes y vascos. Eso no ocurriría en Madrid o en Andalucía. Ni siquiera en Asturias, salvo que don Felipe se colara en la verbena del oso regicida que cada año organiza con celo republicano mi dilecto tocayo Prendes Quirós.

Puede que los españoles vivamos en un permanente autoengaño, en el empecinamiento de que la monarquía es una realidad insondable que es preciso acatar por la buena salud del sistema democrático. Y así, aceptamos como cierto que el emperador luce vestimenta lujosa y atributos deslumbrantes sin reconocer que el jefe del Estado se pasea en paños menores.

Resulta razonable que así ocurra, puesto que el autoengaño es un viejo recurso de la psicología humana para superar una realidad devastadora por medio de una ilusión reconfortante. También el Estado gusta de neutralizar con una falacia benevolente una realidad implacable.

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