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Mezclilla

Carmen Gómez Ojea

Querida, queridísima "Nala"

La historia de una perra de la raza del galgo maltratada por su dueño

"Nala" es una criatura extraordinaria, inteligente, bondadosa, tierna, divertida, que recuperó la alegría después de que encontró el amor, el cariño, la comprensión y terminó por fin el calvario torturante que padeció desde su nacimiento hasta la hora de su libertad y alejamiento de su verdugo, ese bestial maltratador sádico que sufre en España ineluctablemente quizá no la totalidad, pero sí la inmensa mayoría de las perras y perros de la raza del galgo, como le pasó a ella, Nala, cuyo dueño la golpeaba sin cesar salvajemente, la amarraba a un árbol y la dejaba largo tiempo sin agua ni comida, hasta defallecer extenuada de hambre y de sed.

Estos castigadores pertenecen a la clase degenerada y aterradoramente numerosa de los machistas que violan a niñas y niños, dan palizas a sus hijas adolescentes y a las mujeres que tienen la inmensa desdicha de ser sus esposas y de no atreverse a buscar ayuda y escapar de su vida de esclavitud. Y los que no tienen al alcance de su mano castigadora a personas para martirizarlas, adquieren mayormente galgos, hembras y machos, con la finalidad ruin de disfrutar golpeándolos con un palo o con un cinturón o metiéndolos en un bañera llena de agua hirviendo y carcajearse de su espanto y de sus quejas de dolor. No hay mujeres que cometan esas infamias de disfrutar atormentando a inocentes o a seres incapaces de causar intencionadamente y por malsano placer daño al prójimo.

Y es sabido, sin que se haga nada efectivo para impedirlo, que aquí, en España, cada año se asesinan a perras y a perros de esa raza, utilizando para ello el sadismo más cruel como abandonarlos en un lugar lejano de su hábitat para que, vagando desorientados por caminos desconocidos, se mueran de pena y miedo, en un número tan escandaloso que llega anualmente a la cifra de sesenta mil. Por otro lado, están los galgos trabajadores, esclavizados por sus dueños, obligados a participar activamente en la caza de la liebre o en competiciones de velocidad, ya que son excelentes corredores, pero ocurre que unos y otros, cuando dejan de ser campeones, en lugar de premiarlos con una buena vida de descanso requetemerecida, se les ahorca, colgados de un árbol con las patas rotas o se acaba con ellos mediante un par de tiros.

"Nala" se libró de esa muerte horrorosa al ser adoptada y hallar brazos y puertas que se le abrieron y la acogieron con júbilo y amorosamente y a los que ella fue aceptando poco a poco, con mucho recelo y temor comprensibles tras su vida en un infierno, de manera que al principio desconfiaba incluso de los juguetes que nunca había tenido ni visto, y de los juegos que desconocía, pues jamás nadie había jugado con ella; pero lo que la asustaba hasta producirle pavor y temblores era verse en presencia de un hombre, puesto que esta figura masculina sin duda la ponía en guardia al recordarle al despiadado que la había atormentado diariamente con su maldad inmisericorde. En cambio las mujeres no eran rechazadas por ella debido, seguramente, a que ninguna la había maltratado y también porque había sido amadrinada y salvada de su vida infernal por una que, con todo amor, la había adoptado; y tampoco rehusaba las caricias de las niñas y niños y participaba también con alegría en sus juegos.

Ahora "Nala" está creciendo saludablemente en edad y sabiduría, cada día más segura de sí misma y convencida del todo de que es querida por mucha gente.

Comprende todo lo que se le dice, pero las personas de su entorno no entendemos lo que quiere expresarnos con sus ladridos, pues somos quizá menos inteligentes y sensibles que ella y no sabemos traducir su lenguaje.

Lo que más le gusta es que la gente menuda baile a su alrededor y que a la vez le cante su canción preferida, inventada por una de las niñas, cuya letra es la siguiente: "'Nala' querida, querida 'Nala', eres la galga más lista y más guapa, la mejor, la más buena, la más cariñosa de todo el mundo y de toda España. Te queremos mucho, muchísimo, 'Nala', y mucho nos duele el dolor que aguantaste, el dolor que sufriste por causa de personas ogresas, muy, muy remalas. 'Nala' querida, queridísima 'Nala', gracias por querernos y querer que te queramos a ti, querida, queridísima 'Nala'". Y "Nala" vive como debería transcurrir la existencia de todos los animales, que tienen derecho a vivir sin golpes ni alaridos ni castigos crueles ni temblando a diario por el pavor a los castigos ni con continuos sobresaltos debidos al temor de verse de pronto otra vez abandonados en una cuneta, desolados, perdidos, sin saber a dónde ir. Y también debería castigarse duramente a los maltratadores que se deshacen de sus vacas y las dejan desamparadas a la intemperie y a cuantos se desentienden de sus mascotas con toda desfachatez y desvergüenza, como si fueran muñecos de trapo apolillados que tiraran al basurero.

No puede tolerarse que se maltrate con toda inhumanidad salvaje a criaturas mamíferas ni tampoco a las aves ni a los anfibios ni a los reptiles ni a los peces.

No es admisible que haya esa gente, gentuza, tan macabra que disfrute con el dolor ajeno cometiendo acciones atroces y truculentas. Esa clase de "no seres humanos" deberían estar enjaulados en un lugar público, con un gran cartel que indicara que son bestias altamente malignas y peligrosas y así se pondría fin a esta tragedia que padecen esas criaturas que son los animales por causa de tales alimañas humanas desalmadas.

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