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Esto no es un Madrid-Barça

La política catalana, convertida en un juego de pasiones futbolísticas

Lo que empezó como un Madrid-Barça en versión para políticos ociosos ha derivado en drama y ya solo es de esperar que no acabe en tragedia. Que ocurra en un país de la Europa rica y civilizadamente socialdemócrata puede parecer una anomalía; pero no hay que desdeñar las leyes de Murphy. Cualquier situación mala es susceptible de empeorar.

La política alumbró en Cataluña un referéndum que muchos interpretaron ingenuamente como una especie de partido de eterna rivalidad entre los del Bernabéu y los del Camp Nou. Abonaba esta creencia el hecho de que el encuentro se jugase en domingo, que es día de Liga. Incluso la fecha de la convocatoria, el 1-O, remitía engañosamente al resultado de un match de fútbol.

El ambiente era resueltamente balompédico. Ondeaban banderas, se escuchaban himnos y las hinchadas poseídas de fervor -unas más que otras- lucían la camiseta de su equipo. No faltó detalle. Ni siquiera las burlas y chistes malos con los que las aficiones acostumbran a zaherirse entre sí.

Inevitablemente, el origen futbolístico de la contienda se trasladó el domingo a los estadios de los dos clubes. El Barça jugó en un ambiente de gradas desoladas y el partido del Bernabéu parecía más el de una selección nacional que un ordinario encuentro de Liga del Real Madrid, vista la profusión de banderas.

Fue así como la política, que es el arte de razonar, se contagió hasta el tuétano de las pasiones sentimentales propias del fútbol. Ya no se trataba de buscar un acuerdo, sino de derrotar al contrario costase lo que costase. Las imágenes del fin de semana demuestran que el precio ha sido altísimo y que aquí no ha ganado nadie. Más aún que eso, es probable que todos acabemos perdiendo.

Quizá la explicación resida en que las aficiones funcionan aquí con una lógica binaria de computadora en la que todo se reduce a elegir entre blanco y negro en el caso de la política; y entre blanco y azulgrana en el paralelo dominio del fútbol. Las anchas gamas de grises que necesariamente matizan cualquier debate han sido laminadas esta vez por la disyuntiva entre el sí y el no.

Convertida la política en un juego de pasiones futbolísticas a la turca, el resultado final es impredecible. Más que el sutilísimo Maquiavelo, el filósofo de esta hora sería Vujadín Boskov, que estableció aquella famosa tautología: "Fútbol es fútbol". Se equivocaba. En España el fútbol es una variante de la política: y viceversa. No se trata de razonar lo mejor para todos, sino de ganar el partido al supuesto eterno rival que los políticos se inventan.Malo es el augurio cuando el sentimiento le toma el relevo a la razón. Y quizá sea ya un poco tarde para recordar que esto no es un Madrid-Barça. Queda confiar, sin mucha fe, en que por una vez no se cumplan las pesimistas leyes de Murphy.

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