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Sol y sombra

Hasta luego, Lucas

Murió Chiquito de la Calzada, uno de esos cómicos que supieron imprimir un estilo propio y exclusivo del que, además, se impregnó la gente. No ha habido ni habrá muchos como él. Probablemente tampoco existe ningún otro en la historia más reciente igual de imitado, queriendo o sin querer, por todos. "No puedorr", "comorrr", "al ataquerr", "pecadorr"?, fueron algunas de sus celebradas reiteraciones. Con algo tan simple como es poner erres al final de las palabras definió mejor que nadie la fibrilación habitual de este país de fistros sin sustancia.

Chiquito fue un grande de un tiempo en el que todavía no nos conformábamos con los políticos para reírnos de ellos y, a la vez, de nosotros mismos. Empezó tarde y enseguida creó escuela. Mientras tanto dicen que anduvo por los bares cantando letritas, contando chistes y haciendo felices a los que lo conocían, porque según tengo entendido era un gran tipo, un malaguita simpático que al final se reveló como el auténtico genio capaz de crear su propio lenguaje, ¡te das cuen!, hasta convertirse en un maestro del absurdo.

Lo embarcaron en películas pésimas, y, así todo, no es fácil olvidarse de personajes como Brácula y Condemor de la Pradera. Cualquier majadería le sentaba bien porque el personaje ya se había situado por encima del guión. De hecho, no había guión en Chiquito, se puede decir que estaba tocado por los ángeles. Lo suyo fue como si de repente media España hubiera estado esperando por alguien, décadas y décadas, para contagiarse de las risas y verse reflejada en las patochadas absurdas de su humor blanco. Muy de vez en cuando surge un personaje de éstos, que rompe esquemas y nos pone incondicionalmente de su lado; olvidamos de qué forma nos vestimos, cómo nos comportarnos y en qué paralelo de la vida nos movemos, mientras repetimos sus ocurrencias. Hasta luego, Lucas.

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