No se hagan mala sangre si escuchan de boca de algún foráneo la frase "Gijón tiene un clima de perros", pues no se trata de una crítica a las condiciones meteorológicas cambiantes que soporta esta ciudad, sino de la evidencia de que el municipio gijonés es óptimo para el desenvolvimiento de las mascotas de cuatro patas. Así lo certifica el premio recién concedido a la ciudad que mejor adapta sus espacios a los animales de compañía de origen canino.
En unos días comienza el Festival Internacional de Cine de Gijón, pero esta ciudad celebra cada día del año un festival de canes, puesto que los perros disponen de un trozo de playa exclusivo, al que sólo le falta alfombra roja y photocall. Incluso disponen de todo el arenal a sus anchas, una vez que finaliza la temporada de baños. En otoño e invierno, San Lorenzo se llena de mascotas, para disgusto del inefable Alfonso Peláez, que es de los que opinan que el mejor amigo del hombre no es un perro sino otro hombre. O mujer, según los casos. Si bien hay que decir que existen otros gijoneses que piensan que su perro es la mejor persona que conocen.
Ya sólo falta que no se vea ninguna caquita de perro por las aceras de la ciudad o en el paseo marítimo que llevarse pegada en el zapato o dispuesta al resbalón. Puesto que por mucho que el excremento perruno sea biodegradable, no recoger la mierda del perrito puntúa en negativo. Por lo demás, a la vista del amor que en esta ciudad existe hacia la población canina, si el PP quiere ganar las próximas elecciones municipales ya debería irse encomendando al Encantador de Perros.
