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Fernando Granda

La solidaridad extremeña y el tren asturiano

Las reivindicaciones en favor de un ferrocarril moderno y rápido

Es un ejemplo de solidaridad el que han dado las formaciones políticas, empresariales y sindicales extremeñas uniéndose en sus reivindicaciones respecto al ferrocarril. Quizá su precariedad en las infraestructuras de comunicación sea más acuciante que la de Asturias pero demuestran aunándose su progreso, su fuerza y su solidaridad con el contribuyente ante el abandono que sufren sus comunicaciones. En Asturias ocurre lo contrario. Los partidos asturianos van cada uno por su lado. Así están la Variante, las estaciones de Gijón, las cercanías, la autopista del mar?

La gravedad del asunto está en que la situación en el Principado es la contraria a la extremeña. Mientras la comunidad que configuran Cáceres y Badajoz carece de una infraestructura ferroviaria y la escasa red existente es totalmente anticuada, en nuestra comunidad la infraestructura existe y el problema radica en su avanzado abandono. Y si en la primera se plasma una falta de voluntad política para adecuarla a nuestros días, en nuestra tierra la voluntad política apunta al deseo de desterrar su uso, hacerla desaparecer e inutilizarla.

Por muchas visitas que los ministros del ramo han hecho y siguen haciendo, con promesas renovadas y repetidas, la puesta en marcha de las mismas no se materializa nunca. Siempre hay pegas, algún recurso, falta de presupuesto o una simple marcha atrás. Así es desde el principio del presente periodo democrático. Recordemos el cierre de la línea de la Ruta de la Plata, realizado por el Gobierno de Felipe González, con Mercè Sala como presidente de Renfe. El eje ferroviario que unía el Norte y el Sur de la Península (Gijón-Avilés con Cádiz-Huelva) puede que no fuera rentable para la Hacienda estatal pero era un servicio esencial para mercancías y muchos miles de contribuyentes. Mientras tanto comenzaba a funcionar el AVE entre la Sevilla natal del Presidente y Madrid, con presupuesto astronómico y dudosamente rentable. Un argumento reversible pues ambas líneas eran servicios importantes para gran número de ciudadanos. ¿A algún ministro se le ocurriría cerrar el super subvencionado metro madrileño tan tremendamente deficitario?

El victimismo político, el nacionalismo económico, el egoísmo insolidario parece que se acentúan en un país donde las responsabilidades de los políticos acaban cuando dejan el cargo. Todo a lo más que llegan es a pedir perdón. Para contar los ejemplos de dimisión por presunto fallo no se necesita una calculadora electrónica y es suficiente con la cuenta de la vieja. Se ve claro acudiendo al modelo de los casos de corrupción.

Las comunicaciones en el Principado son un desastre: la autovía del Cantábrico tardó casi tres décadas en construirse; la Variante ferroviaria bajo la cordillera, con miles de millones invertidos, sigue sin funcionar; la red de cercanías, que hace unos años se iba a renovar totalmente según los políticos de turno y tiene la más extensa infraestructura de todas las provincias españolas, está a punto de fenecer; la autopista del mar ha desaparecido por intereses económicos sospechosos; el aeropuerto sufre continuos problemas de programación de vuelos. Mientras tanto los políticos no se ponen de acuerdo ni para celebrar una primera reunión exploratoria, discuten sobre el ancho de las vías como si lo hiciesen sobre el sexo de los ángeles cuando los técnicos dicen que con "la traviesa polivalente se puede sustituir un ancho de vía por otro de manera sencilla", según afirma Vicente Luque, presidente de la Plataforma Tecnológica de los Túneles de Pajares.

Cuenta el periodista Joaquín Estefanía una significativa "anécdota". Durante la manifestación antiterrorista celebrada en Barcelona, a la que acudió el Rey, el lendakari Urcullu le comentó a otro presidente autonómico su presumible compromiso con el Gobierno para aprobar los Presupuestos Generales de 2018. Ante las apremiantes necesidades de financiación de la mayoría de los gobiernos regionales ese otro presidente le señaló los apuros económicos que su gabinete pasaba para cubrir las necesidades de su comunidad. El mandatario vasco contestó así: "Si nosotros le pedimos al Gobierno que nos pongan un puente colgante entre San Sebastián y Bilbao, nos lo ponen". Clarísimo.

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