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Mezclilla

Carmen Gómez Ojea

La dulce y silente Mariam

La fiesta del 28 de diciembre

Este año de 2017 la pandilla de las autonominadas las Inocencias decidieron por unanimidad, aunque Fernanda Maruendo arrugara mudamente las narices en un gesto de repugnancia y rechazo, al que las demás no le hicieron el mínimo caso, celebrar su fiesta del día veintiocho de diciembre en la casa vacía de las difuntas y queridas y recordadas hermanas Pis, que se habían ido de esta vida despidiéndose de todas ellas mediante una carta de adiós que las había conmovido y provocado general consternación, dolor y llanto. Y curiosamente sucedió que, como por encanto o telepatía, llegara ante ellas, igual que una confortadora aparición, Margot Pis, la prima de Olivia y Obdulia, las difuntas, para solicitar su entrada en la fratría de las Inocencias, a la que pertenecían sus inolvidables muertas. Todas aceptaron la petición entusiasmadas y con ruidoso alborozo, incluso Fernanda Maruendo, quien aprovechó el general júbilo con el que fue acogida la nueva inocencia para advertir que, como estaba segura de que Melina Pombal acudiría a la fiesta acompañada de "Josefín", su gato, ella llevaría también a "Fonsi", "Alfonsina", su cotorra, que sabía cantar los villancicos de "Campana sobre campana" y de "A Belén, pastores". Entonces se armó la marimorena y la marirrubia, como diría después Brenda Tusano, antes Gusano, porque Elisenda Puig no le había perdonado del todo a Fernanda que en una ocasión se hubiera burlado de su apellido catalán debido a que significaba pico de monte y quizá también de loro, de modo que entonces soltó en tono muy despectivo que le daba pena esa pobre cotorra, porque su dueña hablaba más y peor que un charlatán ebrio en una feria.

Y fue la recién afiliada a la cofradía, Margot Pis, la que impidió que las dos beligerantes siguieran con su molesta disputa, logrando no que se dieran un beso cariñoso, pero sí que por fin, tras insistentes súplicas, se estrecharan las manos en señal de paz y finalizaran la estúpida reyerta.

Pero tras unos momentos de paz e incluso de risas a propósito de "Maripifor", la conejita que inesperadamente Margot sacó de su bolso y que todas alabaron llamándola cielo, ricura, encanto, preciosidad, criaturita divina, mientras ella las miraba tímidamente y un poco espantada por el griterío de piropos que le dedicaban aquellas humanas desconocidas, Melina Pombal preguntó si en la casa donde celebrarían la fiesta habría un nacimiento y Margot, con una expresión de curiosidad y extrañeza, le contestó que sí, que sus primas tenían uno con unas figuras preciosas, de las que estaban muy orgullosas, porque eran unas joyas. Y entonces la dulce Melina quiso saber si una de esas figuras representaba a Mariam de Nazaret. Claro que sí, fue la respuesta de Margot. Sería rarísimo, apostilló Elisenda, que faltara la de la madre del Niño Dios. Pues si es así, yo no voy. No puedo ir. Afirmó Melina muy compungida. Las demás se sumieron en un silencio causado por la estupefacción que les produjeron sus palabras. Poco después, ella musitó: Es que hice una promesa y las promesas deben ser cumplidas, aunque se hagan en la niñez. Yo, a los nueve años, descubrí que Mariam o María, la madre de Jesús, había sido muy maltratada. Su hijo, cuando estaban en las bodas de Caná, le dice con displicencia que no se preocupe porque se haya terminado el vino, que eso a ellos ni les va ni les viene; y cuando él sale del sepulcro, al tercer día de su muerte, no va a verla a ella, sino que inmediatamente echa a correr al prado donde solía reunirse con sus amigos y discípulos y allí, en la compañía de ellos, merendó con apetito y sumo gusto un pescado asado, pues estaba famélico, ya que llevaba sufriendo un prolongado ayuno de tres días sin probar bocado; y después los católicos la hicieron protagonista de unas estrambóticas apariciones, en lugares del todo estrafalarios, como presentarse de sopetón a Santiago el Mayor encaramada en un pilar o columna, a orillas del Ebro; o subida en un acebo o instalada en lo alto de una encina tras trepar muy arriba, lejos del suelo, o dentro de una cueva, refugio de niñas y niños pastores, todo ello extravagancias que la presentan como bruja o hada o criatura anormal; es decir, con una vida que no se corresponde con la común y corriente del resto de las personas que era en verdad la suya, por lo que hay canciones y relatos orales que la hacen lavandera que se ganaba un salario lavando la ropa de gente rica o también planchando, como ocurre en el villancico revolucionario de los sandinistas nicaragüenses: Cristo ya nació en Palacagüina. Cristo ya nació de una tal María. Ella va a planchar muy humildemente la ropa que goza la mujer hermosa del terrateniente.

Ella era discreta, dulce, silente y guardaba en su corazón las alegrías y las penas.

Y Melina rompió a llorar desesperada, mientras todas trataban de que se calmara y de consolarla. Después, cuando se serenó, les pidió perdón por haberse desquiciado de aquel modo desaforado y les dijo que, si les parecía bien, pusieran en el portal al Niño en el pesebre y a su madre rodeada de ángeles.

Ninguna pronunció ni una palabra, aunque asintieron con la cabeza.

Pero aquella noche se guasapearon para decirse unas a otras lo mismo, lo que ya sabían: que la pobre Meli a veces tenía la conducta de una chiflada, porque era del todo anormal lo que de verdad le pasaba y que consistía en algo tan simple como que no había madurado y en su interior seguía viva aquella niña de nueve años que quería haber sido Mariam, madre de Jesús de Nazaret, por lo que debían tener paciencia con ella, estar vigilantes y ayudarla a hacerse adulta del todo.

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