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No hay tregua ni en Navidad

La murga del contencioso catalán

Por respeto a las creencias religiosas de los combatientes, en la mayoría de las guerras suele darse una tregua y durante unos días cesan las actividades bélicas. Desafortunadamente, la paz dura poco y concluido el plazo los ejércitos vuelven a acometerse con renovada ferocidad. Y una de esas creencias merecedoras de respeto solía ser la Navidad.

Confiábamos en que llegadas esas fechas la murga del contencioso catalán se habría tomado un respiro y podríamos entregarnos plácidamente a disfrutar de los excesos de consumo propios de estas fiestas. Por desgracia, no ha sido así, y, como en el famoso cuento de Monterroso, "cuando se despertó, el dinosaurio seguía allí". O dicho de otra manera, la murga del independentismo catalán reiniciaba su serenata tras las autonómicas. Unas elecciones que nos han traído el triunfo de la señora Arrimadas, principal beneficiaria del voto útil de los constitucionalistas, y una escasa mayoría en escaños (que no en votos) de los soberanistas. En los medios, esa situación de guerra de trincheras se interpreta de forma dramática y un tanto pesimista. "Cataluña se parte en dos", se podía leer en la primera página de un importante periódico nacional. ¿Hay para tanto?. No lo creo. La partición física de la región parece imposible. Los constitucionalistas han ganado claramente en las ciudades más importantes y en la costa, es decir, entre la gente más abierta al mundo; y los soberanistas, en los pueblos y núcleos rurales que gozan de sobrerrepresentación por una peculiar ley electoral. Y la partición política, en la práctica, es irrelevante porque los independentistas son incapaces de imponer su objetivo máximo que es la independencia, entre otras cosas porque su fuerza en comparación con la del resto del Estado es irrisoria.

Visto lo visto, ¿qué va a pasar a partir de ahora? Habrá que descartar, desde una perspectiva psiquiátrica, que se vuelva a repetir el espectáculo tragicómico de aquella fugaz declaración de independencia, de la que sus principales actores dijeron ante los jueces que solo tenía un valor simbólico. Y habrá que descartar también, por parecidos criterios, que haya que sacar otra vez a pasear el articulo 155 de la Constitución, ese que dio lugar al cese del Gobierno catalán, a la fuga a Bruselas de Puigdemont y de cinco de sus consejeros y al encarcelamiento provisional del resto bajo acusación de graves delitos. Descartado todo eso, el margen de actuación de los soberanistas quedará reducido a política de gestos y a presentar iniciativas parlamentarias deliberadamente inconstitucionales para provocar sucesivos recursos ante el TC y así alimentar el victimismo. La pequeñoburguesía nacionalista es tenaz. Esto va para largo.

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