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Javier Cuervo

Un millón

Javier Cuervo

La conquista del sueño

El fardel religioso nos hacía referirnos a las aspiraciones profesionales como "vocación", lo que sentían los curas "llamados por Dios". Ahora, que cargamos el caldero liberal sobre la cabeza, eso se dice "perseguir tus sueños". Hemos cambiado la solemnidad por la cursilería.

Lo más frustrante es perseguir los sueños y lo más ambicioso perseguir el sueño, que es un sueño posible: bastaría con que nos dejaran dormir. Pero no. Hay misericordia en dar de comer al hambriento y de beber al sediento, en dar posada al peregrino y vestido al desnudo, pero no en dejar reposar al somnoliento. Esta sociedad inmisericorde nos pone a dieta de sueño así dejamos la infancia. Grecia vio en el sueño al hermano de la muerte, pero sólo tienen un aire de familia: dormir es de lo mejor de la vida y morir es lo peor de la muerte.

Nunca se veló por la vigilia tanto como ahora. Durante miles de años hubo poco que hacer por las noches, pero desde que la electricidad abolió las sombras en favor del consumo y desde que la electrónica dio acceso al día en el otro hemisferio, favoreciendo la especulación continua, el capitalismo no encuentra motivo para detener su rotación.

El marxismo organizó la idea de las ocho horas de trabajo, ocho de ocio y ocho de sueño, pero el liberalismo lo combate con becarios de la City de Londres que se encalan el tabique nasal con blanco Colombia para permanecer despiertos y provocar hambrunas lejanas con cuyos beneficios pagan los divorcios sus jefes. El investigador que quiera "alcanzar sus sueños" debe trabajar 4.000 horas al año. Nadie hace caso a los probados beneficios de las ocho horas de sueño para la salud mental y física ni reconoce en el estrés de los adultos a su gemelo, ese niño cansado que lloriquea porque no logra dormir.

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