Opinión
Alberto Carlos Polledo Arias
Al Angliru y sin sherpas
La imprudente aventura de montaña de siete jóvenes
En época de vacas flacas -desde un punto de vista intelectual- el decaimiento penetra por tus venas, te concome el cerebro y la depresión de caballo (no sé por qué se dice así) fulmina las escasas defensas que aún sobreviven. Sin ir más lejos, el otro día, llegó la hora del Ángelus y, en contra de mis principios de recogerlos del descansillo a las siete de la mañana, ni lo había hecho ni tan siquiera me apetecía leerlos. Es más, albergaba el firme propósito de anular ambas suscripciones; la de LA NUEVA ESPAÑA y la del otro de tirada nacional. No, tampoco había encendido la radio -la TV hace años que decidí no verla-; para qué, la monotonía, paso a paso, se adueñó de mentes lúcidas que nos extasiaban con sus páginas de opinión o sus comentarios hablados, para centrarse en el círculo vicioso de Puchi y sus adláteres, aderezados con los comentarios sobre un despiadado asesino, ellos nos robaron el pensamiento inteligente y positivo.
Menos mal que, cuando estaba a punto de tirar la toalla y abandonar este aburrido mundo para hacerme ermitaño en Monte Grande, dos deliciosas noticias acudieron a alegrarme la vida. Vamos por partes. Siete simpáticos jóvenes de la zona central asturiana, hartos de una vida sedentaria disfrutando de la literatura, deciden, por su cuenta y riesgo, acuciados por el espíritu de la montaña y la aventura, emular a Edmund Hillary -El Ardilla en El Naranjo les quedaba pequeño-, a falta de Everest, subiendo al Angliru. Tengo entendido que el campamento base lo instalaron en la "Cueña les Cabres" y que tenían el desmesurado propósito de ascender La Gamonal sin oxígeno.
Como decía El Zorro, fue tan rápido todo que ni tiempo tuvieron a buscar una casa patrocinadora que sufragase los gastos de material; ya saben, anoraks, bufandas, gorros, guantes, camisetas térmicas, calcetines de lana, botas Gore-Tex, termos con caldín de pita pinta, barritas energéticas?, y cadenas para la nieve. Alguien me comentó que, a última hora, apostaron por llamar a Javier Fernández para que el Principado se publicitase, a más y mejor, con su proeza; este, en el colmo de los despropósitos y por el tema de los presupuestos, los remitió al 112, que se llamó andana.
¿Hay algo peor que siete tontos? Sí, siete tontos recalcitrantes, ya mayorinos. ¡Volveremos a hacerlo!
¡Bah, joder! ¡Tamos más aburridos que una p? sola! Si al menos hubiera movida y botellón pa quedanos? ¡Qué más da! Col 4x4=16 llegamos al fin del mundo. Non fain falta cadenes, ni botes, ni ropa de abrigo; total, pa no salir del coche? Si la cosa se complica llamamos a emergencies y que nos saquen, pa eso tan.
¡Créanlo! No son más tontos porque no ensayan.
Hablando en serio. En más de una ocasión me tocó sacar personas perdidas en el monte: a causa de la niebla, despistes o falta de experiencia. Otras veces, cuando el temporal me obligaba a descender con urgencia, topaba con gente sin equipar, sin mapas ni conocimiento de la zona, con niños? Casi siempre, al advertirles de lo peligroso que era seguir adelante, me miraban con desprecio ¡Qué sabrá este! Y continuaban. Otros me respondían: disponemos de dos días para patear la zona y vamos a hacerlo. Al final, ya saben, al rescate siempre los mismos: Guardia Civil y montañeros avezados.
Total, que entre la enloquecedora historia de estos esforzados de la montaña y la del muerto resucitado (por supuesta sobredosis), reclamando daños y reconvertido en ¡milagro, milagro! en busca de beatificación, he recuperado el vicio de leer la prensa cada mañana. Acabemos con la plúmbea monotonía sustituyéndola por el buen humor. ¡Ustedes lo vean!
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