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Tino Pertierra

Hablemos en serie

Tino Pertierra

Crimen con genuino sabor americano

La interpretación de Edgar Ramírez como Versace sobresale en un conjunto lustroso pero irregular

El productor, guionista y director Ryan Murphy fue periodista. Trabajó en medios como "The Miami Herald", "Los Angeles Times" y "Entertainment Weekly". A finales de los 90 se puso a escribir guiones. Steven Spielberg le compró uno pero eso no hizo las cosas más fáciles. Se curtió en televisión hasta dar en la diana con una serie que llamó mucho la atención en su día: Glee. Seis temporadas. No está mal. No estaba mal. Los demás proyectos de Murphy no llegaron muy lejos pero en 2011 acertó de pleno con American Horror Story, terror con macabro encanto que ahí sigue dando sustos con solvencia, aunque la fórmula ya empiece a tener lamparones. Poco afortunado como director en la pantalla grande ( Come, reza, ama), Murphy, a quien se debe también la irregular Feud sobre la rivalidad entre Bette Davis y Joan Crawford y el bienintencionado telefilme The normal heart sobre el Sida, encontró el mejor escenario para desarrollar su talento e inquietudes en la miniserie American Crime Story: The People v. O.J. Simpson, no por casualidad muy emparentada con el periodismo al que dedicó sus vocaciones iniciales. Un título redondo en el que funcionaba todo como un mecanismo de relojería: guiones, realización, reparto... Junto a su inseparable Brad Falchuk, Murphy logró la fórmula perfecta para ganarse a la crítica más exigente y al público menos conformista con un argumento basado en hechos reales que huía del sensacionalismo y mostraba con implacable precisión no solo el complejo tinglado judicial estadounidense sino las arenas movedizas por las que se movían los medios de comunicación a partir de una sobresaliente construcción de personajes y apoyado en unos intérpretes inmejorables.

Se esperaba mucho de la segunda andanada. Y lo cierto es que The Assassination of Gianni Versace, sin ser un título desdeñable, se queda lejos de los logros de la primera tanda de crímenes genuinamente americanos. Y sus deficiencias empiezan a manifestarse ya desde el arranque, con una presentación de los hechos un tanto presuntuosa bajo la solemne música del sobadísimo Adagio de Albinoni y con el simbolismo infantil de una paloma ensangrentada. The Assassination of Gianni Versace, bañada en tonos dorados y con unos saltos en el tiempo que pretender dar un toque de complejidad bastante rancio, juega a varias bandas. Mostrar la intimidad del célebre diseñador, atormentado por la enfermedad, las cuitas y coitos, las obsesiones profesionales y los vericuetos familiares. Seguir las andanzas del asesino antes de los disparos fatales. Contar los malos rollos que siguieron al crimen con los roces entre hermana y amante. Narrar la caza del asesino... Y en ese cruce de líneas es donde la miniserie cojea. Primero, porque no todos los actores están a la altura y, segundo, porque la parte más escabrosa del asesino (el tercer capítulo está dedicado a una de sus salvajadas) sigue pautas muy manidas. Y la historia gana en fuerza e intensidad cuando aparece en escena un excelente Edgar Ramírez como Versace y una creíble Penélope Cruz como su inflamable hermana.

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