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El recorrido

El último año que viví en Barcelona, conocí a P. Era gordo, calvo y bajo, él decía que siempre había sido así: "como Winston Churchil, todos los bebés se parecen a mí". P, de profesión sus rentas familiares, era, por lo demás, un ligón. Tenía un éxito espectacular con las mujeres que, pensaba yo, veían en él a una especie de niño oso al que proteger. La última novia que le conocí, Merche, natural de la Almunia de doña Godina, era licenciada en matemáticas y se había hecho policía por la acción y para poder aplicar la lógica deductiva a los homicidios, que eran su especialidad. Muchas veces ambos, P y yo, la íbamos a buscar a su despacho en Vía Layetana para iniciar a continuación un recorrido de bares y copas, con parada obligada en la coctelería Boadas, después de bajar las Ramblas, el Pastís y, finalmente, una cena brillante y agradable en el Amaya. Nos retirábamos pronto, Merche solía madrugar, y digo nos retirábamos porque esas noches los dos dormían en mi casa, en la calle Pintor Gimeno. P. no podía llevar a nadie a su casa a dormir, pues vivía con su anciana tía abuela, custodia de su fortuna y de las buenas costumbres. Y Merche compartía piso con dos compañeras de profesión, con las cuales no quería ir más allá de lo necesario en su vida privada. Podían ir a un hotel, recursos no les faltaban, pero preferían venir a mi casa, cosas de confianza, y, además, su primera noche había sido allí, después de que P. y yo tonteáramos con ella y una amiga en la coctelería Gimlet de la calle Santaló. La amiga, una rubia teñida de Benasque, durmió conmigo, solo durmió, mientras yo permanecía insomne de castidad y escuchando los alaridos guerreros de P. y Merche.

El caso es que la semana pasada, después de más de veinte años, P. me llamó, preocupado, muy preocupado. Merche, con la que seguía en igual modo de vida -les traspasé el alquiler de mi piso- había sido ascendida a comisaria y tenía que irse destinada a la sede de Interpol en Lyon. Me sorprendió que siguiera en Barcelona, dado que ya hace años que la policía autonómica ha asumido casi todas las competencias de la Policía Nacional. "Era una de las pocas que quedaban, y casi trabajaba en la clandestinidad porque se dedicaba a los acontecimientos recientes", me contó P. "Tienes que venirte con nosotros a Lyon, al menos un mes: necesitamos inaugurar un recorrido urbano, si no esto no sigue". ¿Acepté? Todavía lo ignoro.

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