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Gritos y aviones privados

Memoria de los goles de Quini y del cambio en los modales de los futbolistas

Llaman la atención dos cosas en las imágenes que rescatas de los tiempos del gran futbolista que se fue. Una es que no te las retransmiten a gritos. Ese respeto básico al espectador, esa forma de considerar que no necesita berridos para entretenerse, es una señal de decoro social. Ese decoro se perdió. La otra cosa es la sobriedad con la que el gran futbolista celebra el gol recién marcado.

Es comprensible que los sociólogos no se molesten en estudiar estas menundencias, ocupados como están en analizar el valor torero de gente que desafía las normas de un club inglés y aterriza en Manchester en avión privado. El patriotismo tiene en nuestros días variaciones enternecedoras, en Manchester vemos una de ellas. La actualidad se obstina en explicarse a sí misma sin necesidad de sociólogos; los aviones privados aterrizan en Manchester y aquí recordamos al gran futbolista que nos dejó. Esa ausencia de aspavientos es, en estos tiempos de goles celebrados a base de rebozarse por la hierba, tan llamativa como excéntrica.

En el mundo de lo que llaman los listos la revolución teconológica, si no marcas paquete y no besuqueas el escudo y no gesticulas, no juegas de titular mediático. Eso es lo increíble de los goles de Quini y, desde luego, de los modales de auténticos paisanos de quienes hicieron equipo con él. Está muy bien reconocerle sus virtudes a quien tantas tuvo, pero no estaría de más comparar un pelín y tratar de corregir algo el presente si ello fuera posible. Hasta los gritos tienen un límite. Si ahora la moda es contarnos a gritos el gol que estamos viendo para que así lo veamos mejor, cabe recelar que en el futuro nos ensordezcan por nuestro bien. Y el gregarismo es un atraso social y un paso hacia las sociedades embrutecidas y autoritarias.

El autoritarismo y su tratamiento no parecen exactamente la prioridad de la izquierda de un famoso estado plurinacional, ocupada como está en redefinir la relación entre dirigentes y bases. Vale. Es curioso que los partidos políticos se desvivan por convencerte de la armonía interna que van a lograr pasado mañana para así servir mejor a la sociedad. Pero mientras te lo dicen, las laboriosas cúpulas de esos mismos partidos manejan el cuchillo con destreza para encargarse de la disidencia. Estamos tan unidos que rajamos por whatsapp, este debería ser el slogan de nestro futuro electoral. Déjenme seguir con los gritos que tanto definen nuestra época, tan jodidísima ella que si no gritas para llegar a élite te conviertes en base sin líder que convenza. Los gritos son un atraso. Tenemos que lidiar con eso, y con los cursipatriotismos de los aviones privados. Aquel Sporting de goles bravos y camiseta sin publicidad, que alguien lo enmarque.

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