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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

Sopas con ondas

Poco ayudó el pensamiento clásico a dignificar la figura de la mujer, sempiterna comparsa de la creación, barro frágil e imperfecto procedente de una costilla del paisano. Argumento que habría de conducir a una sonora carcajada si no fuera porque supone uno de los primeros dogmas de la carrera desenfrenada por argumentar, durante milenios, la supuesta debilidad femenina: "Imbecillitas mulieris" para justificar la preeminencia severa del "pater familias"; o lo que, siglos más tarde, daría pie a Amelia Valcárcel a denominar la "misoginia romántica", a la luz de frecuentes "perlas" machistas incentivadas por cabezas insignes del siglo XIX tan bien amuebladas como las de Hegel, Schopenhauer o Kierkegaard.

No pasen por alto a Freud, quien en una carta a su prometida se expresaba de esta guisa: "Querido tesoro, mientras que tú gozas de tus preocupaciones domésticas, yo cedo al placer de resolver el enigma de la estructura del espíritu". No contento, el padre del psicoanálisis se sirvió del "complejo de castración" para argumentar que toda mujer arrastra la carga de considerarse un proyecto fracasado de hombre.

Hombres, mujeres, personas... Lo que reivindicamos todos, sin diferencias, es un mundo mejor, un territorio más habitable donde no persistan las desigualdades. No es cuestión de cuotas, sino de justicia. No de caridad, sino de talento. Vivo rodeado de mujeres que derrochan creatividad y una enorme capacidad de trabajo. Y creo también que casi todas ellas disponen de mayor sensibilidad emocional. La mayoría de las que nos rodean, en la familia, en el trabajo, en el círculo de amistades, nos dan en ese aspecto sopas con ondas.

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