Asturias rentabiliza mal sus equipamientos públicos. Así lo asevera un estudio de varios expertos en investigaciones económicas cuyas conclusiones desveló esta semana LA NUEVA ESPAÑA. El trabajo relaciona el crecimiento con la inversión en infraestructuras. La foto comparativa viene a demostrar que el PIB asturiano (que representa el 1,9% del país) está por debajo de lo que le correspondería a tenor de las obras ejecutadas (el 3,6% de las previstas en toda España). Las limitaciones históricas en las comunicaciones fueron señaladas siempre como el gran obstáculo para competir y despegar frente a otras regiones. Pero engancharse al dinamismo y romper la atonía precisa de algo más que carreteras y trenes modernos.

Un asturiano que trabaja en una gran multinacional centroeuropea suele repetir que cualquier región que pretenda atraer a empresas extranjeras tiene que cumplir cuatro requisitos imprescindibles: contar con un aeropuerto bien conectado, poseer una buena red de infraestructuras físicas y digitales, regirse por un sistema legal que funcione y disponer de una Universidad que garantice un número adecuado de titulados, particularmente en ingeniería. De todas las exigencias, probablemente sea la de las infraestructuras físicas la que Asturias está en condiciones de cumplir hoy con holgura.

El despegue de las obras públicas en el Principado comenzó en 1976 con la inauguración de la "Y", una consecución precursora y visionaria gracias a una Diputación Provincial que tenía entonces un proyecto claro de lo que necesitaba la región. En 1983 abrió la autopista del Huerna, rompiendo el aislamiento hacia Madrid. En 2014 concluía la Autovía del Cantábrico, camino a Europa, y en 2015 la Ruta de la Plata, puerta al Sur. La suma a este entramado de una red autonómica de vías de alta capacidad, la autovía Minera (Mieres-Gijón) en 2003, la autovía de la Industria (Oviedo-Gijón) en 2007 y la autovía de los Polígonos (Langreo-Avilés) aún inconclusa, con sólo dos tramos funcionando (Posada de Llanera-Bobes, en 1997, y Langreo-Argüelles, en 2014), tejieron una malla metropolitana de lujo uniendo las principales ciudades asturianas.

Los trenes de Alta Velocidad atravesarán la variante de Pajares, si se cumple el último calendario, en 2021. La renovación de las cercanías ferroviarias concluirá en 2025. La "Y" necesita soluciones a la saturación y la autovía del Suroccidente un rumbo. Faltan un corredor marítimo, conexiones aéreas... queda tarea. Pero visto el avance en conjunto de las últimas cuatro décadas, y aunque muchas de las realizaciones hayan llegado con retraso, sería injusto considerar que la región recibió globalmente un trato insatisfactorio.

El gran problema ahora radica en las limitaciones para traducir en crecimiento económico, en bienestar y riqueza para los asturianos, todos esos ingentes recursos puestos a su disposición. La gran paradoja española consiste, según constatan investigadores universitarios, en que las autonomías menos dinámicas son precisamente las que gozan de una dotación de servicios superior a la media. Viene el resultado del informe a demostrar que las obras por sí solas no aumentan la competitividad sin una estrategia complementaria posterior, o sin buenas políticas educativas, laborales o de promoción enfocadas en idéntica dirección.

De lo que se trata es de acabar con los túneles calados llenos de agua y muertos de risa o con las parcelas industriales a medio urbanizar produciendo plumeros de la Pampa, y aprovechar cuanto antes lo conseguido. Las carreteras no cercenan hoy el despegue asturiano. Sí lo están lastrando otros factores: la baja tasa de actividad, la menor del país, que indica que en ningún otro sitio existen menos personas trabajando o en disposición de hacerlo porque la mano de obra se prejubila o emigra; el envejecimiento de la población, con la riqueza descansando en las pensiones; la exigua inversión privada regional y nacional, tampoco compensada por una captación activa de capital foráneo, y el insuficiente espíritu de iniciativa y emprendimiento. Pesa todavía en el subconsciente colectivo el pasado histórico de las compañías estatalizadas y su dopaje, aunque algo empieza a cambiar. Cada vez más jóvenes aspiran a desarrollar sus propias ideas antes que a convertirse en funcionarios o asalariados.

Asturias necesita más empresas y más empresarios para laminar ese síndrome de decadencia constante que tanto alimenta el victimismo. Crear puestos de trabajo abundantes es la única forma de crecer por encima del resto de comunidades y recortar distancia, atraer población, frenar la huida de talentos y escalar puestos en la clasificación nacional. Hay industrias emergentes en sectores tradicionales como el metal, pero también en el campo de las nuevas tecnologías, a las que ayudaría mucho una gestión eficiente de los bienes comunes. Y para lograrlo ni siquiera sería preciso un frenesí de iniciativas de las administraciones. Casi basta con que cursen sus papeles correspondientes a tiempo, estorben lo justo y dejen de interferir.