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Sol y sombra

Un viejo socialista

Perteneciente a una venerable estirpe de políticos, Nicolás Redondo Terreros es un viejo socialista nada sectario que acostumbra a decir cosas razonables y bastante certeras, muchas de ellas producto de su reflexión sosegada e inteligente, otras fruto de bien escogidas lecturas. Me pareció siempre un tipo respetable e incluso llegué a compadecerme de él cuando dio un paso atrás en la política y renunció como líder del PSE, víctima de la persecución de algunos de sus compañeros.

Entonces confesó sentirse "como un jabalí al que los perros no paran de morderle las patas". Fueron palabras terribles. Han pasado muchos años desde que las pronunció, creo que en 2001, tras respaldar la opción constitucionalista del PP en el País Vasco frente al nacionalismo y los proetarras. El tiempo ha acabado por darle la razón, aunque algunos compañeros suyos sigan coqueteando con la amenaza populista del independentismo y los incipientes aunque peligrosos proyectos identitarios locales.

Redondo Terreros continúa aplicando un diagnóstico correcto de la situación al referirse a la enorme influencia de los partidos tradicionales en la sociedad como un gran mal de la democracia española. La prepotencia con la que han ocupado, según él, un espacio excesivo de la vida pública, introduciendo sus tentáculos en la ciencia, los medios de comunicación, la justicia, el deporte y la cultura, ha impedido el crecimiento de una sociedad sólida de los ciudadanos, con una opinión formada alejada de los sectarismos y del yugo que imponen las organizaciones con su empeño en influir en todos los ámbitos. No ocurre en otros lugares. De esta manera y como dice Redondo Terreros, los ciudadanos tienen que convertirse en poco menos que héroes o desistir si se deciden a cambiar públicamente de opinión y de voto. Totalmente de acuerdo, como también lo estoy cuando subraya que no se puede reformar la Constitución sin argumentos de peso que lo justifiquen, sólo porque a una minoría nacionalista le resulte insatisfactoria.

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