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El ministro y el chivo expiatorio

Razón del poder judicial para estar contento con Catalá: centra el foco en un magistrado y lo aparta del fallo

El ministro de Justicia del gobierno español, Rafael Catalá, ha provocado un gran escándalo con su crítica al Consejo General del Poder Judicial por no haber apartado al magistrado Ricardo Javier González, miembro del tribunal que juzgó al grupo "la Manada" y autor del voto particular que defiende su absolución. Todas las asociaciones de jueces han pedido que dimita, exigencia a la que se han sumado las de fiscales, y le han caído collejas desde todo el arco parlamentario. El líder socialista, Pedro Sánchez, se ha apresurado a rectificar las palabras de su portavoz, Margarita Robles, que se había mostrado comprensiva con el ministro, quien se encuentra en el fuego cruzado del estamento judicial y de los que critican dicho estamento. Estos acusan a Catalá de ser un populista que intenta ponerse al frente de la manifestación, y desde la judicatura le acusan de una injerencia intolerable que violenta la separación de poderes. Hay que recordar que no estamos hablando de un ciudadano cualquiera, con derecho a la libertad de expresión, a criticar el poder y a discrepar de las sentencias judiciales, sino de un miembro del poder ejecutivo; específicamente, del responsable de las relaciones con el judicial. Y este ejecutivo, este Gobierno en particular, no ha dejado de proclamar la independencia del judicial y el deber de no meter baza cuando se ha tratado de otros asuntos complicados.

Pero el aparente disparate del ministro puede no haber sido gratuito, aunque haya calculado mal las reacciones, y en el fondo el poder judicial se lo debería agradecer, ya que su comentario centra el foco del debate y la opinión pública en el magistrado González, y así los distrae del tema principal, que es la sentencia firmada por los otros dos miembros del tribunal. Fue esa sentencia, al descartar el delito de violación en grupo y rebajarlo a abusos sexuales, la que provocó la ola de protestas desde el mismo momento de hacerse pública, y de ello se pasó fácilmente a cuestionar la mentalidad imperante en el sistema judicial. Catalá, sin embargo, señala a una sola persona, y no es el único que se apunta al sacrificio de un chivo expiatorio para aplacar la ira de la diosa Ciudadanía.

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