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LNE FRANCISO GARCIA

Billete de vuelta

Francisco García

El que emborrachó al burro

Puso sobre el papel Ricardo Menéndez Salmón en "Asturias para Vera" una reflexión elocuente: "Sólo los pueblos que saben reírse de sí mismos son inmortales. El nicho ecológico de los faltos de ironía está repleto de cadáveres. Por cada Atenas desaparecida, con su teatro, su filosofía, su democracia, esas escuelas de ironía, hay mil Espartas destruidas, con su militarismo, sus elegías de Tirteo, su monarquismo implacable". Certera percepción que explica la inmortalidad de este país, donde uno hace mofa hasta de su sombra.

Habitamos la nación del chiste, de la chanza, de la befa; de la macana y la chufla; de la alusión ingeniosa, de la puya y del mote certero... Aquí la gente se muere de risa, literalmente, como un paisano de mi pueblo, el tío Vitorio, un octogenario que tras una noche de farra y vinazo en la taberna con los parroquianos emborrachó de aguardiente a su pollino. Al animal, desorientado por la inusual ingesta, le dio por arrimarse a una chumbera de un patio próximo en el afán de llevarse al morro unos higos, que al dejar sus espinas en la lengua causaron en el burro descomunales rebuznos, según el relato de mi abuelo, que presenció el sucedido, durante años muy comentado en la localidad. Al tío Vitorio le provocó tal ataque de risa el sufrimiento del rucio que se le paró el corazón y quedó allí, tieso, con la cabeza metida en el serón, como un Crisipo de Solos de La Sagra toledana.

La ironía nos hace inmortales, seguramente, pero también desocupados y famélicos, como el hidalgo pobre del Lazarillo. Si el talento que gastamos en la chanza y el chascarrillo lo empleáramos en el emprendimiento, seríamos ciudadanos de una potencia mundial, en lugar del país de la burla y de la mofa.

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